Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Sexo en la playa, enfermedad en casa

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Más de la mitad de los españoles señala el verano como la época más activa para practicar sexo. El calor y la luz solar favorecen la absorción de vitamina D, que estimula la producción de testosterona, estrógenos, melatonina, endorfinas y serotonina, oxitocina… hormonas que incrementan el apetito sexual. Y al haber más horas de luz, salimos más. Y exponemos más nuestros cuerpos, lo que supone más estímulos eróticos.

Pero hay que detenerse a pensar en El Reverso Peligroso de la Fuerza. Salimos más y, por lo tanto, bebemos más, porque en España asociamos ocio a alcohol. Eso nos desinhibe y hace que sea más fácil que nos relacionemos, que liguemos… Pero también que mantengamos relaciones sexuales sin protección. Por no hablar de esa fantasía que todo el mundo ha querido llevar a cabo alguna vez, la de tener sexo en el agua.

Por paradójico que suene, el agua no nos humedece a las mujeres, sino que provoca sequedad vaginal. Y si ya dudo de que alguien se vaya al agua con un preservativo en el bañador, me extrañaría sobremanera que alguien a quien le ha dado por tener un revolcón en el mar o la piscina se hubiera llevado el bote de lubricante en la bolsa de playa, junto con la crema solar.

Para colmo la sal marina destruye el látex y es fácil que la protección se rompa. Eso sí, si te has metido al mar con un condón, créeme que te admiro por tu increíble sangre fría y por tu capacidad de planificación estratégica en misiones complicadas.

El colmo del descerebre es la moda del 'bareback', el sexo sin condón

En fin, quien más quien menos, en verano, todos hemos hecho alguna locura. Ir a rematar la noche en la playa o en la piscina a las tantas de la mañana. O ir a coronarla a casa de alguien con unas cuantas copas de más. Y se nos olvida que, en España, la incidencia de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) ha crecido un 26% entre el 2013 y el 2017, según los datos del Ministerio de Sanidad. Y que la mitad de todos los casos diagnosticados afectan a gente muy joven, de entre 15 y 24 años.

El colmo del descerebre es la moda del 'BB' –acrónimo de 'BareBack'–, hacerlo sin condón. Moda estúpida donde las haya según la cual "ya existen retrovirales, si nos contagiamos de VIH no pasa nada. Pues… ¡sí que pasa!". Si tienes que tomar retrovirales toda tu vida, que sepas que los efectos secundarios no son para tomarlos a broma: insuficiencia renal, lesión en el hígado, enfermedades cardíacas, diabetes, osteoporosis, cansancio, insomnio, depresión. Y quizá el que más miedo te dé (si eres tan descerebrado como para apuntarte a una moda tan delirante): los retrovirales engordan. Engordan mucho.

Y no solo puedes contagiarte del VIH. Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) viven un repunte generalizado: papiloma, sífilis, gonococia, clamidia, hepatitis B y C y tuberculosis venérea. O la infección por Mycoplasma genitalium, que es especialmente peligrosa debido a su resistencia a los antibióticos. ¿Resultado? Como poco, una temporadita bastante dura en la que el dolor y el picor no te van a dejar dormir. Si tienes peor suerte, un cáncer de útero. O la muerte.

Platón comparaba al ser humano con un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y la razón. Si quiere avanzar sin perder el equilibrio, debe templar la fogosidad del primero y acompasarlo con el segundo. Platón vivía en un mundo sin látex, pero no me cabe duda de que si hubiera vivido hoy te habría dicho que, si quieres seguir conduciendo tu carro, merece la pena usar un preservativo.