LA CLAVE

El funeral de Gary Cooper

Sánchez no es persona que rehúya el riesgo ni los desafíos. Ahí está el recuerdo épico de la batalla por el PSOE. Pero entonces tenía todo por ganar y poco que perder. Ahora, ante la investidura, la fórmula se ha invertido

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias / DAVID CASTRO

LUIS MAURI

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Sánchez preferiría gobernar en solitario con apoyos externos variables. ¿Quién no desea que le toque la lotería? El deseo tiene una lógica muy potente, pero a veces se evapora sobre las ascuas de la realidad. Iglesias exige a Sánchez una coalición. Conoce bien la sangría que le supuso el combate frontal contra el PSOE y también la colaboración parlamentaria con él. Una coalición, además, le permitiría reagrupar fuerzas para recoser su liderazgo.

El PP y Cs no prestan oídos al establishment, deseoso de un gobierno sin dependencia de Podemos (política económica y laboral) ni de los independentistas (inestabilidad asegurada, como ilustra José Antonio Zarzalejos en este diario). Casado, volcado en la reflotación de su partido y su jefatura, no contribuirá, máxime cuando una repetición electoral podría devolverle buena parte del bocado de Vox.

El rechazo de Rivera es aún más elocuente, pese a la enorme presión que recibe, o justo por eso mismo. Como sea, el líder de Ciudadanos hace unos cálculos extraños. Su techo electoral nunca ha sobrepasado el suelo del PP. Sin recurrir al estrangulamiento del adversario se antoja difícil lograr el sorpasso. Pero en vez de enviar al PP a la oposición en Madrid y ahondar la debilidad de Casado, le brinda un enorme balón de oxígeno institucional con el que iniciar la reestabilización. Casado ve en Madrid su Covadonga particular.

El deseo de Sánchez. Gobernar en solitario o con cesiones mínimas. Iglesias está necesitado y eso anima a Sánchez a subir la apuesta. Iglesias sabe que él puede perder unos diputados más o incluso el mando, pero Sánchez puede perder el Gobierno. Esto son palabras mayores. Aquí es donde el líder morado halla fuerzas para su pulso.

Riesgos y desafíos

Sánchez no es una persona que tema el riesgo ni rehúya los desafíos. Ahí están la épica batalla por el PSOE y la conquista del Gobierno. Un hombre solo. Gary Cooper en la estación de Hadleyville. La diferencia radica en que entonces Sánchez tenía todo por ganar y poco que perder. Ahora, la fórmula se ha invertido.

Forzar la máquina hasta la repetición electoral entrañaría grandes riesgos para la izquierda: frustración del electorado progresista y refugio en la abstención, recuperación de la derecha…, en el mejor de los casos para el PSOE, arañaría un puñado de diputados a Podemos, pero seguiría dependiendo de él para formar mayoría. Pocas compañías de seguros cubrirían ese riesgo. Pero tampoco hubieran cubierto el funeral de Cooper, es cierto.