Hábitos de vida

Sacarse el carnet a los 49

Si nos cruzamos por alguna carretera del mundo, yo con mi L y ustedes con su experiencia, tengan paciencia conmigo.

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Care Santos

Care Santos

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Últimamente la mayoría de mis sobremesas versan sobre un asunto. ¿Hay que limitar la edad para obtener el carnet de conducir? El grueso de lo población lo obtiene entre los 18 y los 20 años, aunque es muy habitual hasta los 30. Luego, la cifra va cayendo. A partir de los 50, en picado. Solo un 10 por ciento de la gente lo consigue pasados los 49 años.

Todo el mundo se atreve a opinar. Se habla de que las autoescuelas deberían prohibir la inscripción a la gente mayor, o que debería haber un sistema más restrictivo de pruebas médicas, esas que todo conductor debe pasar antes de lanzarse a las calles con un vehículo. Olvidan que es inconstitucional limitar el derecho a conducir por razones de edad. Tanto como lo sería prohibir conducir a las mujeres, por ejemplo. Con respecto a las pruebas médicas, abundan las anécdotas de todo tipo y hay un consenso general de que los criterios son demasiado laxos. Parece claro que la DGT tiene deberes pendientes: revisar los centros que expenden los certificados, asegurarse de que lo hacen como deben y que son rigurosos en los criterios.

Reeducar a los conductores veteranos

Y otra tarea más para la DGT: reeducar a los conductores veteranos. Hace unas pocas semanas tuve una discusión acalorada con un amigo —conductor desde hace más de 30 años- sobre el límite de velocidad que no puede superarse en una autopista. Me quedé de piedra al comprobar que no lo sabía y que gran parte de su jornada laboral transcurre al volante. Compruebo a diario que lagunas semejantes —sobre velocidades, límites de la tasa de alcohol permitida, señales de tráfico o uso del arcén— se repetían en personas de mi entorno que se precian de ser buenos conductores y que han olvidado por completo la época en que no lo eran. Me pregunté, y lo hago hoy aquí, por qué la DGT no les manda un 'mail', una circular, lo que sea, informándoles de los cambios en el código. Les aseguro, sin riesgo a equivocarme, que un porcentaje altísimo de los conductores veteranos suspenderían el examen teórico si tuvieran que hacerlo hoy. Y también que la mayoría de ellos necesitan saber cuatro o cinco cosas acerca de los riesgos de utilizar el móvil mientras conducenriesgos de utilizar el móvil, por citar solo uno de los asuntos más preocupantes a que nos enfrentamos. Sería muy saludable organizar cursos de reciclaje obligatorio, de pocas horas de duración, para todos ellos. Así mi amigo sabría a qué velocidad no debe ir por autopista (ni por ninguna otra parte). Y saldríamos ganando todos los demás conductores.

¿Ahora?

Déjenme confesarles algo con respecto a ese “todos los demás conductores”. Hace apenas dos semanas que formo parte de ese colectivo de algo más de 13 millones de personas que en el Estado español tienen carnet de conducir de la clase B. Es raro, después de 31 años en los que además de intentarlo (suspendí la teórica media docena de veces antes de cumplir los 30) y resistirme, me dio tiempo a desarrollar una convincente filosofía acerca de mis razones para no conducir. Todo eso se fue al traste en el mismo momento en que aprobé teórico y práctico. Debo añadir, además, que contra todo pronóstico me puse nerviosísima en el examen práctico y cometí errores de bulto. Entre otras cosas, anduve un buen rato con el limpiaparabrisas activado (lucía un sol radiante) y sin saber cómo pararlo, hasta que el examinador, comprensivo y paciente, me animó a centrarme en el ceda al paso que tenía enfrente y a olvidar lo demás. Qué buena persona.

Solo me queda dedicar este artículo a todos los que han tenido algo que ver en esto. A los conductores apresurados, impertinentes, que se ponían detrás de mí durante las prácticas y me hacían notar su enfado, su impaciencia y su desmemoria, porque ninguno de ellos se acordó de que alguna vez fue también un aprendiz de conductor. A los que pitaban, desaforados, mientras yo estaba aparcando (o intentándolo). A los amigos que, abriendo mucho los ojos y alargando mucho las vocales preguntaban: «¿Ahoooooraaaaaaa?». O a los que no se podían creer que yo no tuviera carnet (gracias por sobrevalorarme). También a los colegas con rictus de contrariedad que me recriminaron la decisión, aduciendo que «Ahora ya solo serás una vulgar conductora más»; a quienes de verdad me animaron y se alegraron, compartieron, bromearon o comprendieron. A quienes lo están intentando, a su vez, generando su propio anecdotario, tengan la edad que tengan. Y, sobre todo, a Gemma, mi estupenda 'profa' de prácticas, capaz de insuflar confianza, matarte de risa, hacerte sentir especial y no perder nunca, pero nunca, la paciencia (a pesar de los muchos motivos que le di para ello) durante las 22 horas que compartimos al volante y que tanto disfruté. Y a todos los demás conductores, no me digan que no se lo advertí. Si nos cruzamos por alguna carretera del mundo, yo con mi L y ustedes con su experiencia, tengan paciencia conmigo. Y recuerden que todos ustedes fueron yo alguna vez.