Opinión | Editorial

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Barcelona y la crisis climática

Cualquier medida para reducir la contaminación es necesaria, pero para que el transporte público se convierta en alternativa se necesita el compromiso de todas las administraciones

Tráfico en la Ronda de Dalt de Barcelona.

Tráfico en la Ronda de Dalt de Barcelona. / RICARD CUGAT

El Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado algunas de las medidas que se incorporarán al decreto municipal de emergencia climática que se aprobará en enero, coincidiendo con la puesta en marcha de la zona de bajas emisiones (veto a los vehículos más contaminantes dentro del perímetro de las rondas). Un carril bus en la calle de Aragó; nuevas supermanzanas; Sant Joan, Gran de Gràcia, Sicília y otras calles convertidas en zonas 30 (pacificadas) y la eliminación de un carril en la calle de Mallorca son algunas de las disposiciones que se incluirán. El consistorio trabaja el plan con entidades y asociaciones implicadas en la crisis climática. Otra de las posibilidades a considerar es recuperar la idea del peaje urbano.

La situación es grave. Bruselas sopesa denunciar a España ante la corte europea por los niveles de emisiones de dióxido de nitrógeno disparados en Madrid y Barcelona. Cabe tener muy presente que, a partir del 2030, no habrá posibilidad de revertir la crisis climática. Por ello, cualquier medida que se tome para reducir la contaminación es necesaria. Eso sí,  la necesaria penalización de los coches más contaminantes debe acompañarse de otras medidas. El transporte público es primordial. Deben reducirse las incidencias, ampliar la frecuencia y la cobertura, ofrecer tarifas más sociales y aumentar la inversión en la infraestructura. Solo con el compromiso de todas las administraciones se conseguirá reforzar el transporte público y convertirlo en la alternativa que necesita la ciudad.