Dos miradas
Deslealtad
Para el independentismo, romper o plantearse romper los pactos acordados se está convirtiendo en una seña de identidad
Tan pronto Iceta supo que Sánchez contaba con él para la <strong>presidencia del Senado</strong>, comunicó la propuesta a Torrent y, después, a Torra. En ambos encuentros reinó la cordialidad. No habría problemas. Después llegaron los sacos de reproches habituales. Incluso, oh sorpresa, la acusación de haber asumido la posibilidad de ese cargo sin haberlo comunicado previamente. Ya sabemos, la tradicional divergencia independentista entre el discurso privado y el público. Romper o plantearse romper los pactos acordados se está convirtiendo en una seña de identidad. Desde el ayuntamiento de Santa Coloma de Farners a la Diputación de Barcelona. Parece que el espíritu volátil de ERC (también podría llamarse desleal), de infausto recuerdo durante el tripartito, ha contagiado a todo el soberanismo.
Cuando se acusa a Sánchez de no querer pactar con el independentismo y, por tanto, desdeñar a esa multitud de catalanes que representa, cabría reflexionar sobre la confianza que generan sus líderes. Más allá de las banderas, los políticos son personas. Imposible construir un espacio de diálogo sin una mínima lealtad a la palabra dicha.
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