Sociedad

Vivir sin miedo

Nuestros 'milennials' ya han asumido que las seguridades no las da el trabajo sino la resiliencia y las experiencias vividas

Un grupo de jóvenes saltando a un lago

Un grupo de jóvenes saltando a un lago / periodico

Núria Iceta

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Quizá de las cosas que más envidio a mis amigas con hijos de una cierta edad, ahora mismo, es ver cómo viven sin ningún tipo de miedo. Salíamos de ver '<strong>Dogville</strong>' en el Teatre Lliure, una obra durísima sobre la violencia, pero sobre todo sobre el miedo y la desconfianza en el seno de una pequeña comunidad. A esta joven de 20 años que venía con nosotros la violencia la incomodó, lógicamente, como a todos. En cambio, cuando hablaba de sus planes de futuro mientras devoraba unas croquetas en la terraza, exprimiendo su juventud al máximo, no había ni gota de miedo ni de desconfianza. Cuando le expliqué esto mismo a mi madre me dijo que yo también era así a su edad y casi me sorprendió.

Pienso en Abril y en tantos otros de su generación –en Pau, Èlia, Andrea—y los miro desde su presente, sin gota de nostalgia. Nuestros 'milennials' sobradamente preparados ya han asumido que 'la caseta i l'hortet' es un recuerdo del pasado, que las seguridades no las da el trabajo sino la resiliencia y las experiencias vividas, que su mundo solo tiene las fronteras del globo terráqueo.

He vuelto a pensar estos días en ello a propósito del asalto al albergue de El Masnou donde viven algunos 'exmenas'. ¿Qué hay en el grito del "A por ellos" de infausta memoria por parte de un grupo de energúmenos irresponsables y de otros que sabían perfectamente lo que hacían? Imposible simplificar un asunto de esta complejidad, pero no me quito de la cabeza las palabras de uno de los chicos cuando al día siguiente decía "No, no tenemos miedo; ¿por qué deberíamos tenerlo?". Es de nosotros mismos de quien deberíamos tener miedo. La visceralidad del miedo no puede ser el fundamento de una sociedad, sino la confianza en nosotros mismos, en el empoderamiento de los más débiles, en la posibilidad de la convivencia, en un futuro más próspero para todos. Y esto solo se hace ofreciendo herramientas a los jóvenes para ser libres y responsables, con políticas públicas, recursos y desde una conciencia social compartida.