Opinión | Editorial

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La relación ERC-JxCat toca fondo

Revertir acuerdos como el de la Diputación sería un error, porque Catalunya necesita pactos transversales

David Bonvehí y Ferran Bel, a la salida de la reunión.

David Bonvehí y Ferran Bel, a la salida de la reunión. / periodico

La pugna permanente entre los dos grandes partidos independentistas, ERC y el universo posconvergente articulado alrededor de Junts per Catalunya, ha derivado en una crisis abierta tras la decisión de los posconvergentes de pactar la presidencia de la Diputación de Barcelona con el PSC. Pocos análisis tienen más fuerza que la afirmación de Elsa Artadi de que la unidad de acción del independentismo «ha tocado fondo».

No es aventurado pues afirmar que la relación de los dos socios del Govern de Quim Torra está rota a la espera de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el ‘procés’. El fallo abrirá un nuevo escenario político que es probable que acabe en unas elecciones autonómicas en las que las dos formaciones dirimirán su pulso por la hegemonía en el soberanismo. Hasta entonces, no cabe esperar movimientos en el Govern. Pero como el pulso abierto con la Diputación de Barcelona indica, se trata de una relación de conveniencia.

En la tercera institución catalana en volumen de presupuesto –955 millones, solo superada por el Govern y el Ayuntamiento de Barcelona–, JxCat prefirió pactar con el PSC antes que con ERC, pese a que los republicanos tienen los mismos diputados que los socialistas. Tras perder la alcaldía de Barcelona por un pacto entre Ada Colau y Jaume Collboni con el apoyo de Manuel Valls, para ERC el acuerdo entre socialistas y posconvergentes ha sido recibido como una afrenta. Ayer, los republicanos tentaban a los posconvergentes con la presidencia de la Diputación para que estos rompan el pacto con el PSC, entre llamamientos de ambos partidos de que abandonen los pactos con los socialistas. Es decir, llamamientos a levantar líneas rojas.

La pugna entre ERC y el mundo convergente ha marcado la política catalana los últimos años, a menudo para mal. Sin este pulso por la hegemonía independentista no se entiende la espiral que llevó a la deriva unilateral del 1-O y a la crisis de octubre del 2017. Los resultados electorales de las legislativas de abril y de las municipales y europeas de mayo no han hecho más que preparar el camino del pulso final, que serán las autonómicas. En esta  pugna por la pureza independentista, las líneas rojas cotizan más que los pactos transversales, de ahí que acuerdos como los de la Diputación o el Ayuntamiento de Sant Cugat sean cuestionados. Revertir lo acordado sería un error, porque lo que necesita Catalunya no es más frentismo, sino acuerdos transversales que contribuyan a la gobernabilidad.