El uso del catalán

El débil retrocede

Los datos dicen que el catalán, lejos de imponer nada, recula. Vayan, si no se creen a los especialistas, a un juzgado, a un quiosco, a una reunión de vecinos, a un bar, pongan en marcha la tele, suban a un autobús

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Jaume Subirana

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Solo el fútbol (y quizás el nacionalismo) supera a la lengua en número de gente que opina con vehemencia sobre un tema en el que no son especialistas, a menudo despreciando además los especialistas. ¿Qué debe saber alguien que ha pasado 30 años estudiando las lenguas, si yo la hablo cada día? ¿Qué debe saber un médico sobre pies o riñones o brazos, si nosotros somos los que sentimos nuestros?

Estos días, a raíz de un reportaje televisivo, volvemos a discutir sobre el uso y el futuro de la lengua catalana, y como con eso todo el mundo se atreve hemos leído cosas como que "el catalán sobrevivirá sí o sí" o que hay una "obsesión por la imposición lingüística". Bueno, los datos (y el ojo y la oreja de cualquiera que observe sin prejuicios) dicen que el catalán, lejos de imponer nada, retrocede. ¿Es una lengua antigua y sobrevivió al franquismo? Sí. Pero a estas alturas, en un contexto muy diferente, retrocede en porcentajes de uso y en presencia pública: vayan, si no se creen a los especialistas, a un juzgado, a un quiosco, a una reunión de vecinos, a un bar, pongan en marcha la tele, suban a un autobús. Y retrocede en Catalunya: la presencia de la lengua de Ramon Llull en Perpiñán, en Alicante o en Eivissa es entre minoritaria y ultraminoritària.

Ante estos hechos (no de esta opinión, de estos hechos) hay quien opta por no decir ni mu (aunque espero un programa interesándose por mi lengua, una de las que la Constitución Española obliga a proteger, en Tele 5, a La Sexta o TVE), hay quien se alegra de que desaparezca la diversidad y hay quien se pregunta qué se podría hacer para evitarlo. Bien mirado, durante la Transición esto ya era así. La diferencia es que entonces se llegó a un cierto consenso mayoritario a favor de la tercera opción, y ahora parece que este consenso se rompe. "Por culpa de los independentistas", dicen -regalando protagonismo a una supuesta minoría- los contrarios a imposiciones que no se dan cuenta de cuántas cosas imponen ellos. El caso es que hace unos días que discutimos la discusión, no el hecho. Como en Estados Unidos con el cambio climático o en Italia con el cierre marítimo de fronteras. Mientras discutimos sobre opiniones, los débiles retroceden. Y algunos se ríen.