El reparto de cargos de la UE

La Europa del consenso posible

El balance tras las últimas negociaciones, aunque no ideal, no es insatisfatorio

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Joan Tapia

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La UE no es como Estados Unidos. Tampoco un proyecto frustrado como a veces se la ningunea. Es el intento serio, desde 1950, de los estados europeos (28 antes del 'brexit') de lograr una mayor unión para garantizar las libertades y la prosperidad de sus ciudadanos. Hay un embrión de gobierno común (Comisión y Consejo Europeo), pero no un presidente elegido como en América. También un Parlamento sin soberanía, pero con poder creciente. Y un presupuesto pequeño (ridículo respecto al PIB en comparación al de los estados). Y muchos países comparten el euro y un banco central que bajo Mario Draghi ha sido clave para superar la crisis. 

Pero la UE son 28 estados soberanos de identidades muy distintas (norte, sur, este) y partidos transnacionales poco cohesionados. Es absurdo exigir peras al olmo y la gobernanza que ha salido tras las últimas negociaciones es la del único consenso posible. Se puede soñar otra Europa, pero... Por eso el balance, aunque no ideal, no es insatisfactorio. La izquierda socialdemócrata y los liberales querían un giro progresista y hacer retroceder el tradicional poder del PPE. Algo han logrado porque Manfred Weber, el conservador alemán, no es presidente de la Comisión, pero el candidato progresista, el holandés Frans Timmermans, se ha topado con el no de los iliberales de Visegrado (Polonia, Hungría…) que lo ven como una amenaza a sus regímenes, de la Italia de Salvini y de la fracción contraria a Merkel del PPE. 

Los nombramientos acordados

El resultado ha sido un pacto centrista. En la Comisión la candidata es la ministra de Defensa alemana Ursula von der Leyden (muy próxima a Merkel), y para el Consejo Europeo el hábil liberal belga Charles Michel. A cambio, el socialista Josep Borrell recibe la cartera de Exteriores y el Parlamento estará presidido por el italiano David Sassoli, también socialista. 

No menos relevante es que Christine Lagarde, la francesa que ha impuesto al FMI una orientación más abierta, sucederá a Draghi en el BCE, taponando así la llegada de algún halcón alemán o nórdico. Lagarde, como Draghi, es una pragmática, no muy experta en política monetaria y en su nombramiento ha habido mercadeo político. No es lo ideal para el BCE, pero es positivo para los países del sur. Y claro, para Macron.

El gobierno de la UE queda pues en manos de un consenso centrista y con gran influencia de los dos países fundadores mas relevantes (Alemania y Francia). Los iliberales de Visegrado han vetado a Timmermans pero quedan fuera del puente de mando. España, con Josep Borrell, alcanza el cargo más relevante en la UE desde la salida hace ya muchos años de Javier Solana. Es un triunfo porque Madrid se une así en cierta manera a Berlín y París al frente de la UE. Pero en Europa todo tiene costes. Europa, tras la crisis, sigue y la nueva derecha nacionalista no logra torcerle el rumbo. Pero el ritmo del avance no es el deseado ni quizás el necesario en el convulso mundo del 'brexit', la emergente China, la Rusia de Putin y la América de Trump.