Opinión | Editorial

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Turismo: un verano que promete

Los augurios negativos no se han confirmado, pero la volatilidad de las elecciones del turista obliga a ser prudente

Playa de Roses, Girona

Playa de Roses, Girona / periodico

Las previsiones formuladas por las patronales del sector turístico no eran especialmente optimistas a principios de año. Se percibía una desaceleración del turismo ya constatada en el 2018 (con un aumento de la actividad por debajo del global de la economía española), con beneficios menores de los que eran deseables. Además, se hacía hincapié en circunstancias (económicas, sociales y políticas) que aún podían afectar más en un futuro inmediato a este sector con un peso clave en el PIB español. En especial, el temor era comprobar cómo los destinos con dificultades en los últimos años (como Turquía o Egipto) rehacían su oferta y acababan con el llamado 'turismo prestado' del que España ha disfrutado como destinación alternativa. Agencias de viajes y hoteleros apuntaban a que si la temporada del 2019 iba a salvarse sería gracias al turismo nacional, ante la tendencia a la baja del extranjero. 

Sin embargo, y a pesar de los datos negativos de mayo, el conjunto de la actividad de los primeros meses del año fue alcista, con un acumulado de un 2,7% superior de visitantes y un aumento del gasto en un 3,8%, un dato crucial. Este parece ser el panorama en el que se moverá el turismo a lo largo de la temporada de verano, desmintiendo esas hipótesis más alarmistas. Al menos estas son las previsiones del Gobierno ante un «verano de récord». Según la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, el periodo de más efervescencia, entre julio y septiembre, procurará un aumento del 1,7% de turistas en relación al 2018 y un crecimiento del gasto en un 3,2% (unos 1.000 millones de euros más).

Tiempo tendremos de comprobar si se tratará de un ejercicio con nuevos registros históricos o si, por el contrario, la realidad matiza estas previsiones optimistas. El turismo es una combinación de factores estructurales y esfuerzos de oferta y promoción a merced de una actualidad volátil que puede repercutir en la campaña, especialmente con unas dinámicas de consumo cada vez menos programadas y más dependientes de decisiones de última hora. Tendencias del mercado, los efectos del 'brexit', la inestabilidad política o la emergencia de nuevos o viejos destinos con mejores ofertas de precios, ejercen una influencia notable en el resultado final. Es posible ser optimistas, sin olvidar que el sector lleva tiempo reclamando medidas que reviertan en la mayor competitividad de una oferta en la que, a pesar de los cambios y la adecuación a los nuevos tiempos, sigue teniendo un peso desproporcionado el turismo de sol y playa.