Dos miradas

Cuidar el catalán

Todo sería más fácil si, en vez de defender la lengua catalana, aprendiéramos a cuidarla. Sin armas, sin adversarios, solo con amor y respeto

Patio de una escuela.

Patio de una escuela. / ICONNA / JOAN CASTRO

Emma Riverola

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El catalán, como cualquier lengua, es memoria y cultura, alma y patria de quienes lo habitan. Estos días andamos revueltos con las lenguas. Es obvio que sobre el catalán se ciernen amenazas. Es una lengua minoritaria que ha sufrido épocas de obligado silencio. Pero basta asomarse a los medios, las calles o las librerías para constatar que sus constantes vitales laten con fuerza. ¿Es suficiente? No, seguro que no. Para empezar, podría ser más reconocida en el resto de España, ya que también es suya.

Pero hay algo inquietante en esta repentina campaña en su defensa. Quizá todo radica en algunos de los significados de esa palabra, defensa. Protección ante un ataque o arma para defenderse. Al fin, amparo ante un ataque, ante un enemigo. ¿Contra quién lucha el catalán? Según algunos políticos, el castellano se postula como el gran enemigo. Y es ahí donde se envenena el conflicto. Quien ama el catalán debería comprender que, al atacar una lengua, se ataca a quien la habita. Todo sería más fácil si, en vez de defender, aprendiéramos a cuidar. Sin armas, sin adversarios, solo con amor y respeto.