Paquita, 'influencer' de vida

Quizá es porque vengo del mundo del que vengo (la música), y me he llevado los palos que me he llevado (todos los que te puedas imaginar), pero pocas cosas me hacen tanto bien un domingo como ‘Paquita Salas’. La serie cuenta las peripecias de Paquita, una manager que intenta sobrevivir a los vaivenes de un mundo cada día más frívolo y cruel, luchando por sus artistas con su corazón por bandera. Es mejor persona que manager, y eso le trae sabrosísimos problemas e hilarantes conversaciones.

Esta serie habla de la amistad y de la lealtad, hacia uno mismo y hacia los demás. Habla de la naturaleza del arte y la condición humana. Habla del terror de terminar convirtiéndote en una caricatura de ti mismo, y del vacío inmenso que te pudre por dentro cuando pierdes de vista lo que te hace feliz. Habla del miedo que tenemos todos a sentir, a ser sinceros, a decir claramente lo que somos y lo que queremos. Habla de la sublime tortura de tener un sueño.

Que una cosa es lo que te da de comer y otra la que te alimenta el alma, y que muchas veces, hambrientos de validación externa, nos olvidamos de quiénes queríamos ser y no nos damos cuenta de en qué nos estamos convirtiendo. La fama, ese amante infiel que ni quiere ni perdona, ese compañero de viaje cojonero que no te deja poner la música que quieres o encender el aire acondicionado, atravesando Castilla en pleno agosto con las ventanillas cerradas. Y hay quien se encuentra en ese infierno. Hay quien tiene lo que hay que tener – llámenlo suerte, talento, talante o ganas – y triunfa, y hay quien no.

Pero seas quien seas y estés en el punto de tu vida en el que estés, todos tenemos los mismos miedos y las mismas inseguridades, y las tres temporadas de ‘Paquita Salas’ en Netflix. Y el que no se imagina en los Goya viendo esta serie, se emociona pensando en lo bonito que suena eso de parar, bajar del coche y aprender a respirar de nuevo. Porque si una cosa tiene clara Paquita es que el éxito siempre es relativo, y que lo más importante en esta vida es quererse a uno mismo y tener con quién tomarse cuatro gintonics. O cinco.