El futuro del catalán

Lengua partida

Como otros tantos consensos del catalanismo, también se está resquebrajando el de la lengua

Patio de una escuela.

Patio de una escuela. / ICONNA / JOAN CASTRO

Ernest Alós

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Aunque parece que en casa de mi madre de ‘els de la ceba’ se hablaba en tercera persona del plural, creo que la marcaron mucho más episodios como el castigo que le impusieron cuando llegó a la escuela del Sagrado Corazón. Cara a la pared por hablar, en el patio y con su hermana mayor, en la misma lengua que en casa. Generaciones enteras de catalanes comparten experiencias similares o mucho peores. Y el mismo propósito: que nunca más nadie les dijera que escondieran su lengua.

Este ‘nunca más’ formó parte del consenso catalanista. También la legitimidad y necesidad de una militancia lingüística sin la cual el catalán caminaría hacia la extinción. La disposición, a veces demasiado solícita, a cambiar de idioma si era necesario para facilitar la comprensión, pero que se transformaba en justa ira si se exigía o imponía. Un sistema escolar que garantizase el conocimiento universal de las dos lenguas, condición necesaria para que en ninguna circunstancia fuese necesario renunciar a la propia, por encima de la “libertad de elección” de los padres. Mal que bien, la entente funcionó. Entre quienes  abominaban del bilingüismo y quienes no se sentían del todo cómodos con el modelo escolar. Le llamaban convivencia.

Pero algo se ha quebrado. Lo rompieron Ciudadanos y los movimientos antiinmersión que están en su origen y lo ha roto cierto independentismo que alerta de que el bilingüismo conduce a un apocalipsis lingüístico. Como todo el resto de consensos que han saltado por los aires.

Hasta ahora se denunciaban situaciones que empujaban al catalanohablante a renunciar a su lengua y la convertían en prescindible. Que rompían ese ‘nunca más’. Reuniones escolares o visitas de museo en castellano por la exigencia de una sola persona, personal de hostelería refractarios a servir un ‘tallat’ hasta que se les dice ‘cortado' (frecuentemente por parte de jóvenes inmigrantes de clase media procedentes de países europeos militantemente monolingües).  Pero intuyo un cambio: la reclamación a políticos en debates, a periodistas en ruedas de prensa, a escritores, a dependientes, a tuiteros y 'youtubers', de forma cada vez más conminatoria, para que utilicen una lengua y no otra. Y un modelo lingüístico determinado. Ni a Rufián le ríen ya las gracias. Y de qué lengua hablan los niños en el patio de la escuela ya le llaman “batalla” (este domingo, '30 minuts').