Los herederos de CDC

La primera Convergència

Puigdemont tiene tirón electoral, pero solo él, no los suyos, por ello vuelve Mas, el único con la 'auctoritas' suficiente como para intentar aunar

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Astrid Barrio

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Desde hace unos días, tras la larga reunión de Artur Mas con Carles Puigdemont en Waterloo, se especula acerca del retorno del presidente enviado prematuramente y muy a su pesar a la papelera de la historia por la CUP en enero del 2016. El expresidente, que también a principios de 2018 abandonó su cargo de presidente del PDECat días antes de la sentencia del 'caso Palau' que dictaminaba que CDC había cobrado comisiones ilegales de Ferrovial para financiarse, finaliza su inhabilitación por el 9-N a finales de febrero del 2020 y puede volver a ser candidato. En circunstancias normales la vuelta de Mas a la primera línea política sería impensable pero ya hace tiempo que lo que sucede en la política catalana ha dejado de ser normal. El caos que vive el espacio posconvergente sin liderazgos sólidos más allá del de Carles Puigdemont, que en sus actuales circunstancias no puede ejercer responsabilidades institucionales efectivas, hace verosímil el retorno de Mas, al menos para tratar de canalizar una nueva transición pues la primera, el paso de CDC a PDECat, ha resultado muy disfuncional.

En julio del 2016 nacía el PDECat de las cenizas de CDC, el partido que lo había sido todo en Catalunya, probablemente el más importante de la historia del catalanismo con permiso de la Lliga Regionalista y de ERC. Engullido por los excesos de excesivos años en el poder que estimularon prácticas corruptas y por la estocada final que supuso la confesión de Jordi Pujol, su carismático líder fundador, en verano del 2014 acerca de una herencia familiar en Andorra de dudoso origen, llevaron a CDC a transformarse y no solo nominalmente. Y de veras que lo intentó. Mecanismos más participativos e inclusivos más acordes con la ola de la nueva política y un liderazgo rejuvenecido y feminizado con Marta Pascal al frente que contrastaba la clásica imagen madura y masculina convergente. Adoptó un modelo a lo PNV que separaba cargos institucionales y orgánicos en base a un rígido sistema de incompatibilidades que explica, por ejemplo, por qué Elsa Artadi, que había coordinado la ponencia ideológica, no pudiese formar parta de la nueva dirección. Quedaba también fuera Puigdemont, el nuevo presidente de la Generalitat quien a pesar de ser el alcalde convergente de Girona, nunca había desarrollado una intensa vida orgánica y pronto hizo piña en el gobierno con otros damnificados como Josep Rull y Jordi Turull. En parte, de aquella incipiente fractura, estos lodos.

Defenestración de Marta Pascal

Luego vinieron los hechos de octubre y las elecciones del 21-D en las que Puigdemont tomó las riendas en la confección de la candidatura Junts per Catalunya, cogiendo del PDECat solo aquello que le interesaba, básicamente financiación y derechos electorales, pero marginando a sus miembros y a sus procedimientos. Más adelante los seguidores de Puigdemont, partidarios de la agitación y el legitimismo, constituyeron la Crida Nacional per la República. En paralelo, el PDECat, que hacía malabarismos entre la 'rauxa' y el pragmatismo y responsabilidad que conectaba con la mejor herencia convergente, como se vio en la moción de censura, ofreció un pacto a Puigdemont en el congreso extraordinario de julio del 2018 que acabó con la defenestración de Marta Pascal que pretendía mantener la autonomía y el rumbo del partido sin someterse al puigdemontismo.

Desde entonces las relaciones entre los distintos sectores que mantienen diferencias estratégicas se han deteriorado y figuras históricas como Carles Campuzano y Jordi Xuclà han sido barridos de las listas en las elecciones generales. Pero los resultados no han validado la táctica, ERC casi dobló los votos de la candidatura puigdemontista, una corriente que solo parece triunfar cuando tiene a Puigdemont al frente.

Indudablemente Puigdemont tiene tirón electoral, pero solo él, no los suyos, de ahí la necesidad de un partido que solo puede construirse sobre la sólida base del PDECat. Por ello vuelve Mas, el único con la 'auctoritas' suficiente como para intentar aunar. Y por ello David Bonvehí habla de volver a la primera Convergència, la de 1974, un movimiento amplio e integrador que aspiraba a aglutinar la pluralidad ideológica y organizativa. Entonces esa pluralidad era complementaria y simbiótica, mientras que la pluralidad actual que se pretende subsumir en Junts per Catalunya más bien parece contradictoria y parasitaria. Y quizá también como sucedió a la primera Convergència se rompa para acabar, más adelante, confluyendo con otros espacios.

Profesora de Ciencia Política (UV).