Trump y la inmigración

Santayana 2.0

La UE pasa de puntillas por la infamia de los centros para inmigrantes en EEUU, quizá para no tener que afrontar sus crecientes vergüenzas en el trato a los extranjeros

inmigrantes México y EEUU

inmigrantes México y EEUU / periodico

Mar Calpena

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Es probable que en toda la historia de la humanidad el mal no haya asumido nunca un aspecto tan banal. Un país presidido por una estrella de 'reality show', con una opinión pública alérgica a las ideas complejas, discute ahora sobre un tuit de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. Las churras y las merinas del asunto son la oportunidad, o falta de ella, de llamar campo de concentración a los puntos de internamiento para inmigrantes ilegales de la agencia de fronteras de Estados Unidos. La discusión, y la discusión sobre la propia discusión, ensombrecen los datos que sabemos acerca de estos campos: en ellos, según diversos testimonios -entre los que se encuentra un terrorífico artículo de la revista 'New Yorker'- se encierra a menores separados por la fuerza de sus familias, con temperaturas extremas, y sin la mínima higiene.

En algunos centros de detención los menores duermen en jaulas, se les niegan las mantas, los pañales, el jabón o la pasta de dientes, y a menudo son los propios niños los que deben cuidar de otros menores. Ante esta ignominia cabe la cómoda tentación de quedarse en el dictum de Santayana y afirmar que el pueblo que no conoce la propia historia está condenado a repetirla. Pero en Estados Unidos quedan todavía muchos supervivientes tanto del Holocausto -llegados al país después del fin de este- como de los campos de internamiento para japoneses de la segunda guerra mundial, y su sufrimiento de entonces ya ha hecho que llamen la atención sobre el momento inmediato.

Trump promovió ya desde la campaña una política durísima contra los inmigrantes, sabedor que sus votantes no solo no se iban a escandalizar por ella, sino que la apoyan. Y mientras, la UE pasa de puntillas por esta infamia, quizá para no tener que afrontar sus crecientes vergüenzas en el trato a los migrantes. Pero si Europa quiere mantener cualquier atisbo de lealtad a sus valores fundacionales debe mostrar la valentía y la decisión que la acompañaron en su pasado más oscuro.