Opinión | Editorial
Estrategias contra los carteristas
Los cuerpos policiales han de buscar resquicios en la ley para actuar de forma efectiva contra los multirreincidentes
Las cifras que manejan los Mossos coinciden con la percepción de los ciudadanos:un pequeño número de delincuentes reincidentes, más que conocidos por agentes de seguridad pública y privada, personal del metro y casi hasta por los pasajeros, actúan de forma persistente y aparentemente impune en el suburbano de Barcelona. Cada día, un centenar de carteristas habituales (aunque en los últimos cuatro años se ha fichado a medio millar), que acumularon 833 detenciones y 3.470 denuncias el año pasado, actúan en las estaciones más concurridas del metro barcelonés.
En el año 2015, una reforma del Código Penal pretendió solucionar la impunidad absoluta de los ladrones multirreincidentes, que acumulaban pequeños hurtos (entonces considerados faltas), haciendo que la reiteración de sustracciones pasara a considerarse delito. Una sentencia del Tribunal Supremo del año 2017 desactivó este mecanismo, al considerar que podía llevar a imponer penas desproporcionadas. Ante este freno judicial, una estrategia imaginativa planteada por los Mossos ha permitido una actuación disuasoria frente a los actos (hurtos sin violencia por valor de menos de 400 euros) que actualmente tienen consideración de delitos leves, sin apenas consecuencias penales. Mucho menos llamativa pero más eficaz que el que tendría un hipotético endurecimiento de las penas: las órdenes de alejamiento, que se ha demostrado que disuaden, durante su vigencia, al delincuente habitual, consciente de que si la quebranta incurrirá en un delito de mayor gravedad. Aunque para ello ha de ser detenido, identificado y puesto a disposición del juez.
Ante la persistencia del fenómeno, y al margen de posibles reformas legales, las administraciones tienen aún varias medidas que tomar para dificultar la actuación de los carteristas y paliar los perjuicios que sufren sus víctimas. Difundir con mayor eficacia las medidas de autoprotección que los viajeros debería conocer (cómo disponer sus pertenencias, cuándo estar más vigilante, cómo pedir auxilio), que nunca deberían pasar, como aconsejan los cuerpos policiales, por el enfrentamiento directo. Aumentar la presencia de agentes de paisano. Garantizar que no vuelva a producirse un cuello de botella en los juzgados de guardia de delitos leves que haga que los procedimientos lleguen a prescribir. Y reabrir de una vez la oficina de denuncias situada en el subsuelo de la plaza Catalunya, injustificablemente cerrada desde hace meses y que facilitaría, sobre todo a los turístas, la interposición de las denuncias.
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