Las negociaciones poselectorales
Los cargos están para ocuparlos
La pretensión de copar los cargos resulta estimulante, si se toma la precaución de recibir los votos suficientes para gobernar en solitario
Matías Vallés
Periodista
matías vallés
En las elecciones generales se votan inmediatamente los cargos de diputados y, de modo mediato, el cargo de presidente del Gobierno. En las municipales se elige el cargo de alcalde y los cargos de concejales. Este preámbulo pueril viene justificado por el diluvio de prédicas contra los cargos públicos. Resulta que los partidos ha entrado en un mercadeo intolerable, o que trapichean como ladronzuelos por un ministerio o una 'conselleria'. Ser director general no es una ambición, sino una corrupción. Los enamorados del arrebato patriótico se envuelven en una bandera para satanizar la pugna abierta por ocupar los cargos, antes llamada democracia. Costaría convencerles de que están denigrando su propio papel de votantes. En realidad no cuesta tanto, basta con ofrecerles un cargo que súbitamente quedará justificado.
Habrá que reiterar que los cargos están para ser ocupados, o disfrutados incluso por los políticos frívolos. O para aburrirse en ellos, caso de Obama. La ocupación es indispensable para exigir responsabilidades a los investidos, para desalojarlos. El asombro por el repudio apriorístico de los cargos bordea la estupefacción frente a quienes denigran la voracidad ajena antes de desposeerse de la dignidad que desempeñan. Verbigracia, Pedro Sánchez cuando considera inapropiado que Podemos aspire a entrar en su Gobierno. O un ministro Ábalos que tampoco quiere colegas con coleta, tan habituales en siglos pretéritos, por lo que hipnotiza a Iglesias para que se centre en abstractas políticas y abandone las pretensiones ministeriales.
Todos los cargos públicos dependen directa o indirectamente de los votantes, que según Bertrand Russell toman la precaución de elegir a políticos más tontos que ellos, para salvaguardar el control de la situación y sin que sea preciso citar ejemplos por falta de espacio. La pretensión de copar los cargos resulta estimulante, si se toma la precaución de recibir los votos suficientes para gobernar en solitario. En otro caso, la tacañería no es una traición al socio, sino a sus votantes.
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