RADIOGRAFÍA DE UN MILAGRO

Dios, el loco nº 21.211 de Son Moix

La afición del Mallorca saltó al césped de Son Moix para celebrar el ascenso.

La afición del Mallorca saltó al césped de Son Moix para celebrar el ascenso. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Les voy a contar la verdad aunque, tal vez, muchos de ustedes (mallorquines) ya la conozcan: solo a esos 21.210 locos, ‘rojillos’, seguidores del ‘Mallorqueta’ que llenaron ayer Son Moix les hacía ilusión, creían que iban a subir a Primera División.

Bueno a ellos y a los locos del Real Mallorca, del club, que, en poco más de un año (365 días, exactos), han conseguido la gesta, tremenda, casi única de subir de Segunda B a Primera.

A esos 21.210 locos, a la tribu que se encierra cada día en la Ciudad Deportiva Antonio Asensio y a mí, que, no sé si lo recuerdan, el 16 de enero, justo después de haber pagado 25 euros por una tribuna del Mallorca-Deportivo, sí, sí, del Mallorca-Deportivo (1-0, golazo de Lago Junior y dos postes más), titulé un artículo en 'Diario de Mallorca': “Yo sí creo en este ‘Mallorqueta’”.

Vicente Moreno, el modelo

Es evidente que cuando un club de la solera, la historia y el prestigio del Real Mallorca (ya ni siquiera hablo de su ubicación) no tiene ni dueño, ni mallorquín que le quiera, que le llore, que se preocupe por él, por su presente y futuro, y acaba en manos de un millonario norteamericano caprichoso, llamado Robert Sarver, propietario de los Suns entre otros juguetes, es que vivimos en una isla donde el viernes a las seis se apaga la luz y se enciende a las ocho de la mañana del lunes.

Les dije en aquella pieza que este Mallorca tenía alma. Que Vicente Moreno, que ¡ojalá! no se vaya, se había conjurado con los suyos, firmado un pacto de no miedo, para tratar de convertir en imposible lo que todo el mundo juzgaba como irreal, como de ciencia ficción, casi como una broma de mal gusto, que el ‘Mallorqueta’, al que nadie quiere y del que nadie habla, jugase en Primera, en la división de las grandes ciudades del mundo.

Este equipo (y lo demostró anoche en un Son Moix de locura eterna) es un conjunto de verdad, es un grupo humano, fabricado con el material que se fabrican los sueños. Puede que no tenga facilidad de golear (pese a que los tres tantos de anoche fueron, eso, tres auténticos golazos), pero juega sabiendo lo que quiere, cómo lo quiere y cómo lo conseguirá. Es, desde luego, un equipo que jamás se rinde. Y eso, en un campeonato que empieza en agosto y acaba el 23 de junio, ya es mucho. Lo es todo.

Los gladiadores de Son Bibiloni

Sé que muchos, por no decir todos los habitantes de esta maravillosa isla del Mediterráneo, creen vivir y jugar ya en la Primera División del mundo turístico y, sobre todo, en una ciudad que, según ellos, no necesita estar en La Liga de las estrellas para que se hable de ellos, para que se sienten estrellas.

Por eso, y nada más que por eso, los 21.210 locos que fueron anoche a Son Moix merecían salir del estadio hacia la plaza de Las Tortugas refrendados en su fe, la fe del que sí quiere ser de Primera y la fe del que considera que el fútbol es, en efecto, lo más importante de las cosas menos importantes.

Esos 21.210 locos, los gladiadores de Son Bibiloni y yo, que creí en ellos cuando les vi ganar (y bien, muy bien) al Depor en enero, merecemos levantarnos hoy, tras los cohetes de Sant Joan, borrachos de alegría porque volvemos a tener a nuestro ‘Mallorqueta’, que no el de los mallorquines, en Primera División.

Los sustos del final

Cuenta la historia que existían solo dos precedentes de equipos que habían sido capaces de remontar un 2-0 adverso en una eliminatoria de ascenso a Primera. Pues bien, ya hay tres precedentes. Y el tercero, que se sepa, ha sido, con mucho, el mejor, el más brillante, el más espectacular, pues los golazos de Budimir, que se giró sobre sí mismo ‘a lo Benzema’ y la clavó con su zurda, la prodigiosa falta ‘a lo Messi’ de Salva Sevilla (¡monumento a este señor en la plaza de las Tortugas!¡ya!) y la galopada con ‘chutarro’ ‘a lo Dembélé’ de Abdon, convirtieron este Mallorca-Deportivo en uno de los mejores partidos de la temporada.

Cierto, Reina metió una mano de asombro en el minuto 77.11 a cabezazo de Quique y Pablo Mari, en el minuto 93.39, cabeceó a dos centímetros del poste derecho del portal del Mallorca. Pero hubiese sido tan injusto, tanto, que el de arriba fue, anoche, el loco 21.211. Porque lo merecíamos.