El Dios de Dios
Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
Un niño de ocho años me ha preguntado si Dios cree en Dios. Puede parecer una pregunta simplemente ingeniosa, pero esconde un tremendo problema que yo, personalmente, me he visto incapaz de responder. La primera respuesta que me ha venido a la cabeza ha sido un rotundo sí. ¡Claro que Dios cree en Dios! Él, que se conoce bien, no puede dudar de su propia existencia.
Sin embargo, tras pensarlo unos segundos, he empezado a no tenerlo del todo claro. Dar por supuesto que Dios cree en Dios es asumir que él sabe que es Dios. Pero, ¿y si no lo supiera? Me imagino a Dios cavilando, pensando en el Gran Misterio y especulando sobre la existencia de otro Dios mayor que Él que lo explicara todo. El Dios de Dios.
No pretendo ser irreverente, pero estoy seguro de que Dios no comprende del todo el universo. Incluso estoy seguro de que se hace un poco un lío. Y es normal. Todo esto es demasiado complejo, incluso para Él. En el fondo de su cabeza, en un punto diminuto pero complejísimo, debe plantearse también la pregunta de todas las preguntas: "¿Por qué existo en vez de no existir?". En ese punto, es posible que imagine un Dios por encima de Él, uno que, en comparación, nuestro Dios sería una criatura aturdida.
En el fondo de su cabeza, en un
punto diminuto
pero complejísimo,
Él debe plantearse: "¿Por qué existo en vez de no existir?"
¿Y ese otro Dios de Dios, de existir, creería a su vez en un Dios por encima de Él? Probablemente sí, en una cadena infinita de Dioses cada vez mayores, en cada escalón más complejos. Un politeísmo pero no a la vez, sino en capas una dentro de otra. Infinitos Dioses hacia arriba.
Y aquí es donde nos podemos plantear la pregunta en sentido inverso. ¿Y habrá también Dioses hacia abajo? Es decir, el Dios en el que cree el 90% de la humanidad puede tener otros Dioses por abajo, cada vez menos complejos, con menos acabados. Y así, bajando peldaños, acabaríamos encontrando diosecitos diminutos, cada vez más perdidos.
Hay una frase de los 'upanishads' que siempre me ha vuelto loco, y que creo que encierra la máxima sabiduría al reconocer, precisamente, que esa sabiduría máxima probablemente es inalcanzable: "El misterio de todos los misterios solo Dios lo sabe. O tal vez ni siquiera Él lo sepa".
Ese "o tal vez ni siquiera Él lo sepa" genera en cualquier persona sensible un tremendo escalofrío. "O tal vez ni siquiera Él lo sepa". ¿No notan el escalofrío ante el Misterio Mayúsculo? "Ni siquiera Él lo sabe". ¡Qué vértigo! Así que, tertulianos y tertulianas del mundo, no os esforcéis en querer saberlo todo, no deis la lata continuamente con vuestra pretendida sabiduría. No os debéis sentir acomplejados por no saber, pequeños míos. A fin de cuentas, tal vez ni siquiera Él lo sepa.
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