LA CLAVE

Los enredos de Mas

El exlíder del PDECat pretende evitar la escisión, pero está en manos de Puigdemont que no quiere prescindir de su camarilla

Carles Puigdemont y Artur Mas.

Carles Puigdemont y Artur Mas. / periodico

Albert Sáez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Artur Mas pretende tener papel en la refundación de eso que hemos convenido en llamar el espacio "posconvergente". La sucesión de marcas en los tres últimos años: PDECat, Llibertat i Democràcia, Junts per Catalunya, Crida Nacional y Junts per (ponga aquí el nombre de su pueblo o ciudad) ha logrado despistar a los electores tradicionales del catalanismo de orden que, desde 2012, es un soberanismo socioliberal. Los cuadros territoriales de lo que fue en su día Convergència y que ahora militan en el PDECat están hasta el moño de Torra y su camarilla como ha explicado magníficamente en sus crónicas Fidel Masreal. Ese es el núcleo del problema. Algunos están al borde de la ruptura, porque no confían en un artefacto político construido alrededor de Carles Puigdemont. Otros, la mayoría, entienden que el presidente de la DUI es un referente internacional de la causa catalana y un activo electoral, el único que en el último ciclo electoral ha conseguido superar a Esquerra. Mas sueña con algo imposible. Que se cree un nuevo partido en torno a Junts per Catalunya, dirigido por las bases territoriales del PDECat pero que tenga a Puigdemont como su cartel electoral. Como mínimo hasta que el propio Mas deje de estar inhabilitado, en febrero del 2020. Por eso se deja querer con su clásico "no descarto" cuando le preguntan sobre el tema. 

Si Puigdemont no sacrifica a la camarilla que le ha rodeado desde las elecciones del 2017 (Torra, Artadi, Calvet, Costa, Pujol, Borràs, Nogueras, Puigneró, Batet, etc.), ese espacio posconvergente se va a partir, como mínimo, en dos. Mas pretende encolarlo todo alrededor de su persona, a la que muchos le deben lealtad, pero a la que otros le imputan el error de haber dejado paso a Puigdemont. Mas no parece el más adecuado para temperar los ánimos y acompasar a Junts per Catalunya con la actual Esquerra en lugar de alimentar la puja que los republicanos auspiciaron hasta el 1-O. En este contexto, su visita a Waterloo y su salida a la palestra pueden enredar más que aclarar la situación. El dilema lo tiene Puigdemont, o vuelve sin mochilas a la disciplina de un partido o será el líder de una facción más pequeña