Dos miradas

Garibaldi

Establecí una frontera infranqueable con la pirotecnia, que solo crucé el primer día que mis hijos me pidieron tirar petardos

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Josep Maria Fonalleras

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Vuelvo a ver, en una página web de esas que rememoran objetos antiguos, los Mixtos Garibaldi, los "mistos", que así se conocían: una tira de cartón con una hilera de puntos rojos que contenían fósforo blanco. Fueron el emblema de toda una generación. Los rascabas contra una pared (si era áspera, mejor) y emitían un chasquido, una traca de pobres, y un poco de humo. Cuando los vi ya estaban prohibidos, pero aún se vendían.

A finales de los 60, muy cerca de mi casa, al otro lado del río, unos niños de mi edad jugaban con ellos. Hacían ver que eran indios y utilizaban el fósforo para ensuciarse la cara. Humedecían los dedos, con los dedos diluían un poco el fósforo, que se convertía en pintura, y volvían a chuparse los dedos para recomenzar la operación. Uno de estos niños murió, intoxicado. Fue la noticia más trágica de mi infancia. Desde entonces, establecí una frontera infranqueable con la pirotecnia, que solo crucé el primer día que mis hijos me pidieron tirar petardos. No me pude negar. Superé el miedo atávico, eso sí, pero hoy todavía evoco, con el temor de las losas del pasado, aquella tira de cartón.