La hoguera

Miguel Hernández murió, no lo mataron

Una sentencia nos dice qué podemos decir y qué no sobre Antonio Luis Baena Tocón

Miguel Hernández, en abril de 1936, rindiendo homenaje a Ramón Sijé.

Miguel Hernández, en abril de 1936, rindiendo homenaje a Ramón Sijé. / FUNDACION CULTURAL MIGUEL HERNANDEZ

Juan Soto Ivars

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Antonio Luis Baena Tocón no formó parte, entre 1939 y 1943, del Juzgado Especial de Prensa. Esta organización franquista no fue la encargada de perseguir y depurar a quienes hubieran escrito en medios de comunicación durante la República, régimen que, por cierto, no fue destruido por el golpismo nacionalista y militar de Franco, durante tres años de guerra colonial en suelo español, sino que cayó por su propio peso para que Franco pudiera preparar el camino a la democracia. Baena Tocón no se encargó de confeccionar una lista negra de escritores, ni de anotar los nombres periodistas republicanos, ni delató a nadie.

Baena Tocón no participó en consejos de guerra, y mucho menos en el que concluyó, en marzo de 1940, con la sentencia a muerte de Miguel Hernández. No fue el secretario de este proceso y su firma no aparece en ningún documento. Tampoco se benefició más adelante de las prebendas que la dictadura dio a los que hicieron méritos para ello en la carnicería. Baena Tocón no fue interventor del Ayuntamiento de Córdoba hasta su jubilación, ni trabajó en la Diputación Provincial, en agradecimiento a los servicios prestados.

La muerte de Miguel Hernández tuvo como causa a un resfriado común. El propio Baena Tocón fue quien le pasó al poeta los pañuelos, donde él escribía versos, y le preparó caldo de gallina. Baena Tocón no pudo hacer nada por salvar al poeta, que murió sin ayuda de ningún militar, ni de ningún secretario judicial. Baena Tocón lloró en el entierro de Miguel Hernández y consagró toda su vida a honrar su memoria. La familia del poeta tuvo sueldos vitalicios gracias a su intervención.

Baena Tocón no tuvo nada que ver con la muerte de ningún otro ciudadano. Huyó con toda su familia a Francia, donde se criaron sus hijos, que en estos días han ganado una importante batalla al conseguir que la Universidad de Alicante borre dos artículos llenos de mentiras, y quiera Dios que muchos otros artículos llenos de mentiras, para que José F. Baena, hijo de este amoroso padre, pueda vivir con la conciencia tranquila.