Al contrataque
Ernest no es Pasqual
Ernest es el primer político que después de quedar primero en unas elecciones pierde el poder por el calamitoso discurso pronunciado para celebrarlo
Antonio Franco
Periodista
Antonio Franco
Muchos pensamos que Pasqual Maragall se habría enfrentado en la plaza de Sant Jaume a sus propios seguidores si hubiesen llamado "puta" y "zorra" a Ada Colau Ada Colau estando ella a su lado. Pero quien se hallaba allí era, desgraciadamente, Ernest. Pasqual, sabiendo que eran suyos los organizadores del desmadre, habría considerado también suya la responsabilidad de plantar cara. Y en ningún caso habría hecho después unas declaraciones contemporizadoras respecto a los intimidadores. Es exactamente lo contrario de lo que hizo su hermano biológico.
Estando claro que en unas municipales no sale alcalde quien consigue más voto popular sino el que reúne después una mayoría de concejales electos, Pasqual, que tenía criterio, habría aceptado sin dar murga que pasase en Barcelona lo mismo que ocurrió por ejemplo en Tarragona, donde ERC consiguió tranquilamente la alcaldía pese a que la lista más votada era la socialista. Ernest calló sobre Tarragona y reclamó como suyo lo que no logró en Barcelona. Cuando cambió de partido mantuvo el apellido, pero quizá cambió también de principios.
Antes de lo de la plaza, Ernest había llamado la atención por insistir en que Colau solo quería la silla y él no, aunque para llegar a esa silla no le costó descartar la coherente alianza con los expujolistas que deseaban los secesionistas. Luego le fallaron los reflejos y demoró hasta que fue demasiado tarde la posibilidad de compartir la alcaldía. Y nunca planteó cederla a Colau para que prosperase el tripartito de izquierdas que él decía que necesitaba Barcelona (la mayor complicidad entre Barcelona En Comú y el PSC dejaría en minoría interna dentro de ese trío a ERC, lo que convertía en razonable que fuese Ada quien lo capitanease).
Ernest es el primer político que después de quedar primero en unas elecciones pierde el poder por el calamitoso discurso pronunciado para celebrarlo. Con la mentira de que Barcelona era independentista y con la verdad de reconocer que su prioridad era conducir a la ciudad a un (conflictivo) encabezamiento del proceso secesionista que cree que ya existe una república aunque sea inexistente, dio argumentos morales sobre la necesidad de desplazarle a quienes podían dudar de la conveniencia de hacerlo.
Fue poco elegante en el Saló de Cent al hablar de su hermano expresando subliminalmente que su legado era suyo, cuando la gente decente considera que es más bien patrimonio de todos. Hasta en esa torpeza Ernest demostró que no es Pasqual. Y que casi no se le parece.
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