La presencia pública de la mujer

¿Es el 'pinkwashing' necesario?

En los últimos tiempos proliferan un montón de iniciativas de las que una no puede dejar de sospechar que delatan una limpieza de imagen

Ilustración de Opinion pinkwashing

Ilustración de Opinion pinkwashing / ALEX R. FISCHER

Núria Iceta

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Si alguna vez he oído decir con gran convencimiento que Twitter sirve para algo es a raíz de la eclosión de la etiqueta #onsónlesdones y sus efectos. Se empezó a difundir en diciembre de 2013 para denunciar los debates en espacios televisivos en los que solo había hombres y llevó a la articulación de un grupo de mujeres que se dedican a denunciarlo públicamente, y con datos empíricos de recuento de la participación de mujeres en los medios de comunicación desde julio de 2016. Los efectos de la presión del grupo han sido progresivos y efectivos para avanzar hacia la paridad deseada (que no es otra que la que indica la ley de igualdad efectiva de mujeres y hombres de 2015) aunque todavía falte camino por recorrer y que haya grandes diferencias entre unos medios y otros.

Más allá de este primer efecto sobre los medios, se ha producido otro, por capilaridad a toda la sociedad, que ha hecho que la pregunta por #onsónlesdones se aplique también en otros ámbitos de la vida pública. Con el #onsónlesdones se extendía el término 'sororidad' para tejer complicidades por encima de ideologías y procedencias. Herederas del movimiento feminista formal, ha llegado 'La hora violeta' de un movimiento colectivo que empuja hacia arriba como en la bañera de Arquímedes reivindicaciones que hace años que estaban sobre la mesa. #onsónlesdones ha conseguido normalizar la mirada feminista para la que ya no hay marcha atrás. Y la irrupción del #MeToo no ha sido ajena. Hace pocas semanas (!) que el Institut d’Estudis Catalans ha matizado su definición de "sexo débil" añadiendo que tiene un carácter discriminatorio.

Podemos haber conseguido muchas cosas, pero el camino hacia la igualdad es largo y cuesta arriba. Mirad si no esta contorsión del machismo cotidiano (me niego a utilizar el término micromachismo) que es el 'pinkwashing', una manita de pintura que pasa la sociedad por encima de las cosas para venderlas mejor de lo que realmente son: ya sea sobre los derechos de las mujeres o las discriminaciones hacia el colectivo LGTBI.

En los últimos tiempos proliferan un montón de iniciativas y libros sobre feminismo, cualquier institución cultural organiza debates y exposiciones... hasta el punto de que una no puede dejar de sospechar de algunas acciones que delatan una limpieza de imagen... ¿sería, pues, el 'pinkwashing' un paso necesario en el camino de la plena igualdad? ¿un mal menor? ¿o un gran ejercicio de hipocresía? Cuando ves que se anuncia con grandilocuencia que la temporada 2020/21 del Teatre Nacional de Catalunya es paritaria, puedes 'comprar' el titular, o entrar en el detalle como han hecho las compañeras de Dones i Cultura para evidenciar como en realidad directoras y dramaturgas solo representan un 24% de las funciones programadas o que se equipara estrenar en la Sala Gran en un montaje de gran presupuesto (para ellos) con lecturas dramatizadas en espacios alternativos sin definir (para ellas).

¿Y en la música? Seguro que recuerdan la polémica del Canet Rock de 2016 que no había programado ni una sola artista... pues bien, este año el festival Cruïlla programa pocas mujeres, pero "a cambio" organiza unas Cruïlla Talks con cuentacuentos y debates feministas. Hace tres años que el Anuari de la Música que publica el Grup Enderrock denuncia la poca presencia de las mujeres en la programación de los festivales (o cómo es posible que reciban subvenciones sin tener en cuenta este incumplimiento de la ley, por ejemplo).

Bienvenidos sean los avances y los debates, pero ya no podemos hacer como si nada. Sí, nos damos cuenta y quizás estemos dispuestas a aceptarlo como una etapa más del proceso de emancipación, pero no nos toméis por idiotas. Al primer #onsónelshomes que vi no podía creer que hubiéramos llegado a tal grado de cinismo tan pronto. Tengo claro que no debemos dejar de señalar contradicciones. Tengo claro que no debemos confundir el dedo con la luna. Tengo claro que estamos aprendiendo. Pero justo el fin de semana en que escribo este artículo he oído auténticas barbaridades. Primero fue un señor mayor en la carnicería supuestamente bromeando "se muere una señora y lo primero que hacen es detener al marido", y al día siguiente un grupo de cuatro energúmenos de buena familia en el autobús celebrando que van a una " fiesta" con perlas como decir que habrá unas chicas "4 para 4" o que "ayer a la puesta [de largo] vino mi novia, qué hija de puta". Como me dijeron recientemente a propósito de las mujeres en la Iglesia: "sois unas supervivientes". Cuánto trabajo queda por hacer, madre...