La santificación de Keanu

 Hay un fenómeno que me fascina: la conversión de un famoso en la última sensación de internet, en el protagonista de tu 'timeline', en la persona más guay que se pasea por tus pantallas a modo de 'memes' o GIFS. Algunos parecen serlo a su pesar, como el pobre Bill Murray, al que internet convirtió en un cojín. O Ryan Gosling, que después de 'Drive' (2011) generó un millón de memes con su perfección como motivo de guasa. Es gracioso que Nicolas Winding Refn desactivara la broma al partirle, literalmente, la cara en 'Sólo Dios perdona' (2013). La imagen de Gosling hecho un cristo, con el rostro deformado, neutralizó los GIFS del actor haciendo ojitos y bailando en bucle.

Hay otros famosos que empiezan ajenos al asunto pero, al ver que esa existencia en internet no les viene nada mal, se suben a ella. El ejemplo más evidente es Nicolas Cage, quizá el único famoso que ha muerto y renacido como icono de internet, que ha sido meme dos veces: una a su pesar y otra, por decisión propia. Y luego está el que se huele pronto la tostada, y aquí es donde entra Keanu Reeves. Juega al disimulo, pero es obvio que sabe que ha renacido gracias a internet… Y gracias a la magnífica saga de John Wick. ¿Pero qué es John Wick? Muchas cosas, pero entre ellas la saga de películas-'meme' por definición: cada entrega (y su campaña promocional) está más saturada de imágenes pensadas para perpetuarse en internet. Esta nueva forma de mitificación ('random', en vida y en línea) es fascinante como otro ejemplo de cómo el cine adopta las dinámicas de internet, en este caso la idea de la interacción. ¿Por qué estamos tan contentos con el renacer de Keanu? Porque hemos contribuido a él, porque somos parte activa y orgullosa, porque hemos colaborado con nuestros retuits de cuentas como Keanu Doing Things (@keanuthings) y todo tipo de 'memes' a su conversión en el nuevo santo de internet. ¿Tiene este fenómeno sombras? Diría que dos. Una tiene que ver con el famoso: no tengo claro que todos puedan evitar que esa fama efervescente condicione sus carreras. Otra, con nosotros: ese gesto lúdico y altruista empieza a ir mal si entra en juego la ironía.