Panorama económico

El futuro de África, una zona de libre comercio

El desarme arancelario debería suponer un incremento del comercio intraafricano de hasta el 52%

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Jesús A. Núñez Villaverde

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Mal acostumbrados a que las escasas veces que África ocupa el espacio mediático occidental lo haga para reforzar los tradicionales estereotipos negativos sobre su generalizado subdesarrollo y violencia, puede hasta chocar que en esta ocasión sea por algo que solo cabe considerar en principio como positivo: la entrada en vigor del tratado para la creación de un Área Continental Africana de Libre Comercio (ACALC).

A contracorriente de los aires proteccionistas que nos llegan de Washington, y como resultado de un proceso que la Unión Africana inició en 2012, el pasado 30 de mayo se puso en marcha el intento más ambicioso para crear la mayor zona de libre comercio del planeta, que incluye a 52 países (solo Benín, Eritrea y Nigeria quedan de momento al margen) con un PIB conjunto de unos 3 billones de dólares y unos 1.200 millones de personas. Conscientes de su debilidad individual en el entorno globalizado que nos toca vivir y de su histórica subordinación a intereses foráneos (hoy con el añadido de China), parece que finalmente los mandatarios africanos van camino de superar buena parte de las fracturas que caracterizan a un continente en el que la huella occidental todavía es muy poderosa, para poder atender así mejor a los <strong>desafíos</strong> que les aguardan.

Los desafíos del continente

El listado de dichos desafíos es realmente abrumador, empezando por el que supone satisfacer las necesidades básicas y garantizar la seguridad de una población que llegará a los 2.500 millones de habitantes a mitad de siglo. A eso se suma el hecho de que África, aún siendo el continente que menos contribuye al cambio climático, es el más expuesto a sus consecuencias. Y lo mismo cabe decir cuando se piensa en cómo poner fin a su alto nivel de violencia (con 16 de las guerras que la Escola de Cultura de Pau recoge en su informe 'Alerta 2019', y 33 de los 83 escenarios de tensión a nivel mundial), su falta de infraestructuras físicas, de transporte y de telecomunicaciones (que dificultan tanto su comercio como su apuesta por la innovación) y su debilidad institucional (con preocupantes tendencias autoritarias).

Con esa idea en mente, la ACALC plantea un desarme arancelario general del 90% para casi todos los bienes y servicios que se intercambien dentro del continente; lo que debería suponer, según las previsiones de sus promotores, un incremento del comercio intraafricano de hasta el 52% en 2022 (frente al 12% actual). Del mismo modo, sus impulsores auguran un notable incremento de la industrialización del continente y de la diversificación de la estructura productiva, así como de la inversión extranjera. Y la ambición del proyecto no solo se circunscribe al ámbito económico- que contempla una futura unión aduanera, un mercado común, una zona de libre movimiento de capitales y una unión monetaria-, sino que también aspira a lograr el libre movimiento de personas (con un pasaporte común a todos los africanos), aunque la plasmación de este objetivo quede para más adelante (en esta primera etapa solo se contempla para los viajeros de negocios).

Confianza en el futuro

Es un hecho que África importa cada vez más, como lo demuestra que en el periodo 2010-2016 se hayan abierto más de 320 embajadas en el continente. Pero eso no significa necesariamente una buena noticia, dado que ese mismo interés geopolítico y geoeconómico, como la historia ya ha demostrado tantas veces, puede traducirse en una nueva tragedia. África, tanto en términos de capacidades humanas como de recursos físicos de todo tipo, no es un continente pobre, sino empobrecido por la codicia de actores externos e internos más centrados en la consecución de sus propios beneficios que en la suerte de quienes lo habitan. Es cierto que África solo supone el 3% del comercio mundial, pero también lo es que tiene prácticamente todo lo necesario para encarar su futuro con confianza. Solo falta la voluntad política, tanto de las potencias que hasta ahora han dominado su andadura como de muchos de sus propios gobernantes, que le ha impedido explotar sus potencialidades al servicio de su propia gente.

Un planteamiento de esta dimensión necesita, obviamente, años para alcanzar sus objetivos. Y aunque haya muchos interesados en que llegue a buen puerto, también lo son los que tratarán de desbaratarlo o aprovecharlo en su propio beneficio. De momento aún hay que esperar a que Nigeria termine por incorporarse y a que, en la cumbre de jefes de Estado prevista para el próximo 7 de julio, en Niamey (Níger), se confirme la activación de etapa operativa del tratado. Y luego ya veremos.

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