Nuevas medidas de control
Trump y México: los débiles siempre pagan los platos rotos
El pacto firmado hará que empeore el infierno que viven los inmigrantes de la frontera sur de México
Salvador Martí Puig
Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Girona
Salvador Martí Puig
Amenazar y maltratar a los débiles es un comportamiento clásico de los acosadores en horas bajas. Esto es lo que ha hecho Donald Trump con México cuando se ha puesto de manifiesto que buena parte de sus promesas de campaña no se han cumplido. Con esta lógica hace pocos días Trump amenazó con incrementar progresivamente los aranceles (un 5% cada semana) en las importaciones mexicanas si su Gobierno no contenía en su territorio la inmigración -mayoritariamente centroamericana- que quiere llegar a Estados Unidos.
Como es sabido, el presidente López Obrador pactó rápidamente con Washington nuevas medidas de control en la frontera sur de México y con ello ha desactivado -¿temporalmente?- la amenaza del mandatario estadounidense. El resultado ha sido la militarización en el sur de la república y un incremento de la victimización de los inmigrantes que proceden, sobre todo, de Centroamérica.
Este hecho es grave y penoso, pues si bien es cierto que América Central dejó atrás los conflictos bélicos hace 25 años, actualmente todavía reina la violencia. Hoy ya no son las dictaduras ni las guerras civiles, pero hay otros fenómenos igual de nocivos, como las mafias del narcotráfico o la violencia de las maras. El resultado es que hoy Honduras, Guatemala y El Salvador son unos de los países con más homicidios violentos del mundo.
En este contexto se han convertido en expulsores de población. Se trata del fenómeno de la 'movilidad forzada' consecuencia de la violencia generalizada y de la incapacidad de los Estados para proteger a sus ciudadanos. Es así como desde hace años llegan cientos de miles de personas a la frontera sur de México. Se trata de gente con una grave situación de vulnerabilidad y victimización.
Entre las personas más vulnerables están los menores no acompañados, familias en tránsito (con peligro de ser separadas) y el colectivo LGTBI. Todos ellos piden refugio pero casi siempre se les deniega. A todo esto se le suma que las violencias no son un hecho que se produce exclusivamente en el origen, sino que continúan a lo largo de todo el camino. Puedo hablar con detalle de esta realidad porque junto con otros compañeros, y gracias a la Unitat de Compromís Social de la Universitat de Girona, colaboro en un proyecto que apoya la labor de organizaciones no gubernamentales en la defensa de los derechos humanos de estos colectivos. Esta actividad se realiza en la ciudad de Tapachula, junto al río Suchiapa (que divide Guatemala y México) y muy cerca de Arriaga, donde inicia el trayecto de tren llamado 'La bestia' (cargado de inmigrantes sin papeles).
A raíz de las amenazas de Trump y de las medidas de López Obrador para apaciguar la ira del primero, todos los compañeros que tenemos en Tapachula nos dicen lo mismo: el infierno que viven los inmigrantes de la frontera sur de México empeorará. La lección es la de siempre: los débiles siempre pagan los platos rotos.
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