LA CLAVE
Colau y lo imposible
El independentismo ve alejarse la anhelada posibilidad de conquistar Barcelona. Hoy no se escucha el silencio en las filas de Rufián, sino un escalofriante crujido de dientes
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Colau juega con la noción de que la imposibilidad no existe. Sé realista, pide lo imposible, coreaban los estudiantes parisinos en Mayo del 68. Aquella (r)evolución no cambió el modo de producción ni la correlación de fuerzas sociales. No había playas bajo los adoquines, pero la familia, el sexo, la escuela, la universidad, las relaciones intergeneracionales y otras muchas estructuras sociales ya nunca fueron como antes.
La negación de lo imposible es imprescindible para el progreso. Pero este impulso vital y necesario no destruye en realidad el concepto de imposibilidad física, moral o metafísica. "Nada es imposible", sostiene Colau sobre su propuesta de alianza tripartita entre ERC, BComú y el PSC en Barcelona. La alcaldesa sabe que eso hoy no es verdad. Solo tiene que escuchar a los líderes de ERC y del PSC. Ni siquiera vale el gramsciano optimismo de la voluntad. Esto no va de vencer al pesimismo de la inteligencia, sino de preparar el terreno y cargarse de razón para sufrir los mínimos daños posibles cuando llegue la hora de la verdad.
Barcelona insurrecta
El gobierno de Barcelona se está decidiendo en una partida de 960. En la imprevisible variante ajedrecística de Fischer pesa más la clarividencia que el análisis de modelos. La conquista de la ciudad es capital para el independentismo. Este ya tiene la Generalitat, la Cambra, el pujante sindicato amarillo de Carles Sastre, buena parte del tejido asociativo y cultural… Falta la insurrecta Barcelona. En esta batalla crucial, Valls ha visto el modo de cerrar el paso a los secesionistas y de renacer tras el fiasco electoral. Colau ve vía libre hacia un segundo mandato. Maragall, a la desesperada, podría llegar a ofrecerle dos de los cuatro años, no más, quizás ni siquiera eso. Pero con Collboni y el bono de Valls, ella tiene asegurado el mandato completo.
Collboni exige un pacto previo a la alcaldesa. Amaga con no votarla. Tiene razones para desconfiar: Colau ya lo despidió una vez. Si la invistiera y luego ella se echara en brazos de ERC, el ridículo del PSC sería estratosférico. Pero el margen de maniobra de Collboni es mínimo: es ella o Maragall.
Hoy no se escucha el silencio en las filas de Rufián, sino un escalofriante crujido de dientes.
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