El sistema político español

Los partidos de ámbito no estatal y la gobernabilidad

Lo que sería deseable, con independencia de sus aspiraciones políticas, es que todos se comportasen lealmente y no usasen su poder como moneda de cambio sino en beneficio de todos

OPINION  ILUSTRACION DE LEONARD BEARD

OPINION ILUSTRACION DE LEONARD BEARD / periodico

Astrid Barrio

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Si hay un rasgo del sistema político español que permanece inmutable a pesar de los cambios recientes del sistema de partidos es el protagonismo de los partidos de ámbito no estatal (PANE), un nombre ni atractivo ni fácil pero muy útil acuñado por el maestro Isidre Molas en plena Transición a la democracia. Este apelativo, que se desmarca del criterio ideológico habitual (partidos nacionalistas, partidos regionalistas, partidos autonomistas) hace referencia a partidos que solo presentan candidaturas en una o varias circunscripciones y que limitan voluntariamente su implantación a una parte del territorio estatal que es al que circunscriben su actividad política. Se engloba así en una única categoría numerosos partidos de distinta ideología y que persiguen objetivos políticos muy diversos: desde los meramente regionalistas, pasando por los nacionalistas hasta los independentistas y todos ellos pueden ser indistintamente de derechas o de izquierdas. 

En España, a causa de la existencia de una profunda fractura centro–periferia, prácticamente desde los inicios del Estado liberal ha habido PANE, especialmente en los territorios históricos o con hechos diferenciales. Sin embargo, el desarrollo del Estado autonómico propició su aparición en casi todas las comunidades autónomas. De hecho,  las únicas autonomías en las que nunca habido este tipo de partidos en sus respectivos Parlamentos son Madrid y Murcia. En el resto ha habido PANE aunque son pocos los que han conseguido dar el salto a la arena estatal. Aun así desde 1977 la presencia de PANE en el Congreso ha sido la norma convirtiendo el Parlamento español en uno de los más  plurales, circunstancia compatible, hasta hace poco, con una elevada concentración de escaños en los dos principales partidos del sistema.

La aparición de Podemos y Ciudadanos

El número de PANE en el Congreso ha oscilado entre 8 y 12 pero no todos han tenido el mismo protagonismo en las investiduras y en la gobernabilidad. Tradicionalmente han sido los nacionalistas catalanes y vascos moderados, CiU y PNV,  junto con los canarios los que han facilitado la formación y el mantenimiento del Gobierno, excepto durante el mandato de Zapatero quien se apoyó en diversos PANE de izquierdas.

A partir del 2015 las condiciones se alteraron no solo por el incremento de la fragmentación que supuso la aparición de Podemos y de Ciudadanos sino porque la habitualmente cooperativa CiU había desaparecido y sus sucesores, mutados en independentistas, parecían dispuestos a desentenderse de la política española. Donde antes había dos partidos ahora había cuatro, pero en ausencia de mayoría absoluta y a falta de entendimiento de los dos grandes partidos,  entonces PP y PSOE, España solo seguía siendo gobernable con el apoyo de los PANE. Así quedó demostrado en la moción de censura y reconfirmado en la caída de Pedro Sánchez cuando los independentistas catalanes negaron su apoyo a la tramitación de los Presupuestos.

Las elecciones del 28 de abril han dado una nueva vuelta de tuerca al sistema de partidos español con la llegada de Vox, el quinto partido de ámbito estatal en discordia. Y pese a ello todo sigue igual. O dos de los grandes partidos, ahora PSOE y Ciudadanos, que no solo suman 180 escaños sino que además son los que ocupan la posición central del sistema político, se ponen de acuerdo para gobernar o todo seguirá en manos de los PANE.

El interrogante es en manos de qué PANE. Tras la experiencia de la legislatura anterior, Pedro Sánchez desconfía de los partidos independentistas catalanes, pese a la retórica tranquilizadora de ERC, y prefiere otros aliados. De ahí la insólita situación de tratar de granjearse el apoyo de UPN para la investidura, un PANE que mantiene una compleja y cambiante relación con el PP pero al fin y al cabo relación, –en estas últimas elecciones autonómicas han concurrido conjuntamente y con Ciudadanos en la coalición Navarra Suma–a cambio de evitar un Gobierno nacionalista en Navarra, para cuya investidura se requeriría la abstención de Bildu. Hasta Pablo Casado ha bendecido la infidelidad, probablemente confiando en que la relación no vaya más allá. 

Todo cambia pero los PANE quedan. Siguen siendo la minoría indispensable que da cuenta de la pluralidad de España y de la que depende la gobernabilidad. Lo que sería deseable, con independencia de sus aspiraciones políticas, es que todos se comportasen lealmente y no usasen su poder como moneda de cambio sino en beneficio de todos.