Al contrataque

La princesa del guisante

Me gustó la adorable mueca de disgusto y el gesto de contrariedad del rey Felipe al observar los problemas que hubo con el izado de la bandera durante el Día de las Fuerzas Armadas

Gesto agrio de Felipe VI con el izado de la bandera en Sevilla.

El gesto de desaprobación del Rey durante el izado de la bandera. / periodico

Milena Busquets

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En un cuento clásico de Andersen, 'La princesa del guisante', un joven príncipe busca esposa. Su madre, la reina, le presenta a varias posibles candidatas y para saber si son verdaderas princesas las somete a una prueba: las invita a dormir en una cama con veinte mullidos colchones amontonados, debajo de los cuales coloca un guisante. Si a la mañana siguiente, al ser preguntadas, las candidatas afirman haber dormido bien, la reina las descarta por impostoras.

Una noche, llega una hermosa y encantadora joven, empapada y desorientada, cuyo barco acaba de naufragar y que afirma ser una princesa. El príncipe queda embelesado con ella y entonces la reina decide hacerle la prueba de los colchones. A la mañana siguiente, la joven afirma haber dormido fatal a causa de algo duro que le molestaba terriblemente y que sin duda le habrá causado moratones por toda la espalda.

Recordé ese cuento el otro día al ver la adorable mueca de disgusto y <strong>el gesto de contrariedad del rey Felipe</strong> al observar los problemas que hubo con el izado de la bandera durante el día de las Fuerzas Armadas en Sevilla. Fue el primer gesto de rey verdadero que le he visto (para saber si alguien es un rey verdadero, icen mal la bandera y observen su reacción).

No soy monárquica, pero en la actualidad no creo que haya demasiada diferencia entre vivir en una monarquía o en una república. El rey Juan Carlos me parecía simpático hasta que me enteré de que mataba elefantes, la reina Sofía me gusta porque es la mejor en lo suyo y el rey Felipe me hacía gracia porque de niño era clavado a mi hermano.

Estoy, como todo el mundo, acostumbrada a verlo en las revistas y en los periódicos acompañado de su bella esposa. Nunca me han parecido ni muy reales (ni siquiera después de pronunciar aquel discurso tan mediocre -y un poco soporífero, como siempre- <strong>sobre Catalunya en octubre del 2017,</strong> que en algunos ámbitos fue celebrado como si hubiese hablado Dios Padre o Churchill resucitado), ni muy reales (ella, una mujer tan guapa, tan extraordinariamente fotogénica, cada día más plastificada. Es un regalo prestado la belleza. Prestado. ¿Por qué nos cuesta tanto entenderlo?). Por eso me gustó la reacción espontánea al izado de la bandera. ¡Por fin un rey! Pensé.

Nunca es un error ser quien se es de verdad, nunca, incluso cuando solo eres una cretina incapaz de dormir por culpa de un guisante.