El empresariado catalán

De Vicens Vives a Elisenda Paluzie

La victoria independentista en la Cambra de Comerç de Barcelona pone en evidencia la mutación de la burguesía catalana en los últimos años

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Andreu Claret

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La victoria de la candidatura independentista a la Cambra de Comerç de Barcelona es el hecho más relevante de cuantos marcan la mutación de la burguesía catalana en los últimos años. Hay muchas maneras de calibrar el terremoto que ha supuesto la llegada al frente de la Cambra de Joan Canadell. Una es contrastar el perfil de su mentora, Elisenda Paluzie, presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), con el de Jaume Vicens Vives, el historiador que animó la burguesía catalana de mediados del siglo pasado a dotarse de un lobi destinado a participar en la reforma del Estado. Era en 1951, cuando Joan Mas Cantí, Carlos Ferrer Salat y Arturo Suqué, tres jóvenes industriales catalanes, crearon el Club Comodín, antecedente del Cercle d'Economia. Mientras Paluzie llama a los empresarios a romper con el Ibex 35 y ‘el palco del Bernabéu’, Vives les alentaba a perderle el miedo al Minotauro y participar en la reforma del Estado. Dos épocas, dos burguesías, dos estrategias.

Vives fue el primero en utilizar las vicisitudes del toro de Creta como metáfora de las relaciones entre Catalunya y el poder. Un poder al que hay que saber manejar, advirtió, recordando que hay pueblos familiarizados con el laberinto del Estado mientras otros, como el catalán, ‘no saben cómo hacerlo’. El Cercle d'Economia se dedicó durante años a intentar romper este maleficio. Con una pedagogía cuya eficacia quedó acotada por la llegada de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat. Pujol llegó a estar en la junta del Cercle, pero nunca se mojó a fondo con la reforma de España. Tenía otro objetivo. Apoyó a González cuando le convino, y luego a Aznar, al que llevó hasta el Majestic, pero fue siempre para obtener más transferencias y más recursos. Nunca quiso que nacionalistas catalanes participaran en gobiernos del Estado. Nunca hizo suyas del todo las ideas de Vives y las orientaciones del Cercle d'Economia. Prefirió ‘fer país’. Primero desde Banca Catalana y, tras el fracaso, desde la Generalitat.

Sumisión o rechazo

Curiosamente, la iniciativa de Paluzie recuerda a aquel eslogan, ‘Eines de país’. Con una diferencia que no es menor: rompiendo las amarras. Renunciando al posibilismo, al famoso ‘peix al cove’ y apostándolo todo a una república que, por el momento, es un diseño en una Moleskine. Poco antes de morir, en 1960, Vicens Vives escribió sobre Catalunya y el Minotauro. Habló de la frustración de las élites catalanas ante el Estado, que derivaba, según él, de "una decepción histórica excepcional, la de un pueblo que se encuentra sin voluntad de poder, sin ganas de ocupar el palacio y de manejar ninguna de sus palancas". Vives situó el origen de este comportamiento en los decretos de Nueva Planta firmados por Felipe V a principios del siglo XVIII. Fue entonces cuando cristalizaron actitudes de sumisión ante el poder de Madrid, como las que se dieron tras la victoria de Franco, o de rechazo, como las que se dan ahora en aquellos pequeños y medianos empresarios que han llevado a Canadell a la presidencia de la Cambra. Sumisión o rechazo. Nunca conquista.

Para comprender cómo las tesis de Paluzie han desplazado las de Vives, en un sector importante del empresariado, hay que tener en cuenta esta historia, pero también el seísmo del 'procés' y los cambios que ha experimentado la economía catalana. Los empresarios que viven en entornos dominados por el independentismo no son ajenos al clima político y emocional creado por la <strong>judicialización del conflicto catalán</strong>. Para muchos, el impacto de la prisión provisional y del juicio supera el temor a las consecuencias económicas que puede tener el pulso con el Estado. A la desconfianza histórica a la que se refería Vicens se suma la desafección de la que advirtió Montilla. Con todo, no creo que las tesis extremas de Paluzie hubiesen tenido tanto alcance de no ser por el cambio de fondo que ha experimentado la economía catalana en los últimos 20 años.

En 1995, mientras los dos tercios de las exportaciones catalanas iban al resto de España, un tercio iba al resto del mundo. Hoy esta proporción se ha invertido. Las ventas catalanas al resto de España solo representan un tercio. Quiero decir que Sánchez nunca tendrá el mismo predicamento entre los empresarios catalanes que tuvo González. Y no es solo cuestión de carisma, sino de cuenta de resultados. La factura para crear una república catalana sigue siendo mucho mayor de lo que pretenden los independentistas. Pero los empresarios que siguen las consignas de Paluzie, también creen, o sueñan, como otros catalanes, que la independencia es una utopía disponible.