análisis

Una final sin héroes

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Jordi Puntí

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En pleno dolor por la eliminación en semifinales, nadie tuvo la idea, pero el otro día -mientras reprimía un bostezo en la final de la Champions- pensé que habría sido bonito vivir una final alternativa, un FC Barcelona-Ajax. La habríamos llamado la final de consolación. O la 'off-Champions'. O incluso el trofeo Johann Cruyff. Todo para intentar olvidar una final que la UEFA ha conseguido convertir en la gran cita del año futbolístico, pero que el sábado no estuvo a la altura del deporte que representa. Me temo que la decepción por el juego visto confirma varias cosas, y la primera es lo que ya se dijo en su momento: que esas semifinales tan disputadas habían sido auténticas finales anticipadas.

El segundo detalle que nos deja la final es que tanto Pochettino como Klopp, cada uno a su manera, son entrenadores instrumentales, que combinan una cultura del esfuerzo máximo, basada en la motivación apasionada y en una gestión rigurosa de los errores ajenos, más que de las propias virtudes. Aunque luego, claro, tienen que fiar su éxito al talento de una serie de delanteros con más o menos libertad creativa: Kane, Salah, Firmino, Son, Mané...

Los dos héroes de las semifinales

Una muestra de esta predilección por los esquemas fijos estaba en las alineaciones que presentaron para la final. Los dos héroes de la vuelta de las semifinales -Origi, que le metió dos goles al Barça, y  Lucas Moura, que sentenció al Ajax con un 'hat-trick'- se quedaron en el banquillo, y en su lugar jugaron dos estrellas faltadas de forma: Kane Firmino. Sin embargo, en la segunda parte, cuando salieron Moura Origi el partido se desbocó y fueron los mejores momentos para el espectador.

La final aciaga que el Liverpool vivió el año pasado, con la lesión de Salah provocada por Sergio Ramos, le predisponía de forma simbólica a ganar este año, y el penalti a favor en el primer minuto se puede ver como un ejemplo de justicia poética. Sin embargo, ese gol tempranero y conseguido sin esfuerzo dejó también descolocado al Liverpool, que parecía no saber como jugar una final con el viento a favor. (Uno llega a pensar que les fue bien perder 3-0 en el Camp Nou para poder reaccionar y llevarse la vuelta por 4-0.) Con el Tottenham perdido en los engranajes del centro de campo, lo que vimos fue un partido sin ritmo, un festival del rebote y un curso de despejes de cabeza... en el centro de campo. Alguien bien intencionado podría definirlo como futbol callejero, pero en realidad es todo lo contrario. Si algo condiciona al futbol de calle es que todos quieren tener la pelota, jugarla, y en el Wanda Metropolitano no era exactamente así. De hecho, era un futbol tan antinatural que los que iban ganando estaban cómodos cediendo la posesión al rival.

Virgil van Dijk fue escogido como mejor jugador de la final, y esta es una buena noticia, pero no podemos considerarle el héroe del partido. El reconocimiento a su calidad se alimenta también de la excelente temporada que ha hecho, y si el baremo es todo el año, y no solo un par de partidos, entonces el Balón de Oro tiene propietario y su nombre lo sabemos todos, empezando por el propio Van Dijk. Será el sexto que gana.