DOS MIRADAS

Glovo y la soledad

Nos acostumbramos a utilizar aplicaciones de reparto porque son baratas. Y monopolizarán el mercado

Repartidor de Glovo pedaleando por Sagrada Familia

Repartidor de Glovo pedaleando por Sagrada Familia / periodico

EMMA RIVEROLA

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Tú y la aplicación. No hay jefes a los que recurrir. No hay lugares de encuentro con los compañeros de trabajo. De hecho, no hay compañeros. Solo competidores tan solos como tú. A veces os encontráis, haciendo tiempo en algún rincón guarecido. Los dos esperando un nuevo pedido. Si llueve habrá más suerte. Si nieva, aún más. Aunque los músculos se atenazan por el temor a resbalar. El problema será que te paguen el extra de mal tiempo. Hoy tampoco hay propinas. Cada vez te sientes más invisible. Será el desprecio. Tienes fiebre, sigues pedaleando. Tienes un hijo, sigues pedaleando. Y si no tienes papeles, ya sabes, eso es a lo único a lo que puedes aspirar. Un hombre pegado a una mochila de Glovo sobre una bicicleta. Tan desnudo. Tan solo. Tan rematadamente solo en un mundo de soledades que ya está aquí.

Nos acostumbramos a comprar artículos low-cost de todo tipo. Claro, son baratos y han monopolizado el mercado. Nos acostumbramos a utilizar aplicaciones de reparto porque son baratas. Y monopolizarán el mercado. Nos hemos acostumbrado a no mirar a los que producen. Y seremos nosotros. En todos los sectores. Externos. Y solos.