MIRADOR

Apocalípticos y desintegrados

El catalanismo puede pasar en poco tiempo de garantizar la gobernabilidad de España a no poder mantener un rumbo estable en Catalunya

Pere Aragonés, Quim Torra y Meritxell Budó, en la reunión extraordinaria del Consell Executiu en la Generalitat

Pere Aragonés, Quim Torra y Meritxell Budó, en la reunión extraordinaria del Consell Executiu en la Generalitat / periodico

Xavier Bru de Sala

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Casi todo el mundo mira hacia el Ajuntament de Barcelona como si de la designación de alcalde o alcaldesa dependiera el final de ciclo electoral. No es así. El ciclo no concluirá hasta las elecciones autonómicas. El suspense en el lado consistorial de la plaza nos tiene a todos muy entretenidos, pero las incertidumbres en lado autonómico son aún mayores, tal vez más graves, y no sabemos cómo ni cuándo se resolverán. Si se confirman los pronósticos, el catalanismo habrá pasado en poco tiempo de garantizar la gobernabilidad de España a no encontrar fórmulas para mantener un rumbo estable en las máximas instituciones catalanes.

Constatamos de entrada que el Govern actual está en minoría Parlament. Existe mayoría independentista, pero no sirve para aprobar los presupuestos, por lo que más temprano que tarde el 'president' Quim Torra deberá firmar la disolución, ya sea por iniciativa propia, porque así se lo ordenen desde Waterloo o por colapso de su precario Ejecutivo. Torra es un apocalíptico acusado de integrado que preside un Govern formado por integrados y presuntos integrados.

En el lado sur de la plaza se produce un fenómeno similar. En toda España, los apocalípticos de izquierdas se están reconvirtiendo en integrados. Por eso Pablo Iglesias mendiga ministerio. Por eso Ada Colau, tras echar al PSC del cartapacio municipal, no reniega de los votos de Manuel Valls, socio de los socios de los socios de Vox. A poco que se descuiden, Podemos y los 'comuns' acabarán desintegrados por inanición integradora, en el caso catalán con una doble sangría de votos, hacia ERC y el PSC.

Si algo han dejado claras las triples urnas de las últimas semanas -elecciones generales, municipales y europeas- es que de las siete candidaturas representadas en el Parlament, el que surgió de las difíciles circunstancias del 21-D y el 155, cinco están en declive y dos suben. El ascenso de ERC y el PSC es más que notable, tanto como el bajón de todos los demás. Es probable que en las próximas autonómicas republicanos y socialistas queden en primer y en segundo lugar.

Es aún más probable que la todavía posible mayoría independentista no sirva para investir a un presidente de los suyos. Dado que en la Generalitat no se podrá formar una mayoría alternativa al independentismo como en el Ajuntament, más valdría aflojar el cordón sanitario mutuo entre las que ya son las dos primeras fuerzas políticas. Si no es así, la ingobernabilidad de la Generalitat puede estar servida.

La izquierda cada vez menos antisistema no tiene contestación, sino defección de votos hacia el socialismo y hacia ERC. El independentismo cada día menos antiunilateralista, en cambio, se enfrenta un fuerte núcleo de apocalípticos que, a pesar de sus fracasos electorales, no tiene pinta de desaparecer ni de aflojar. A medida que se acerquen las autonómicas se acentuará la contradicción entre Carles Puigdemont, el símbolo del 'no surrender', y sus apadrinados de JxCat. Según la ANC y los apocalípticos de derechas y de izquierdas, ERC y JxCat son parecidamente partidarios de la rendición. Esta división, que es la fundamental, puede acabar convirtiendo a los integrados en desintegrados.