Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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2 de junio, día de la trabajadora sexual

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El «decíamos ayer» de Fray Luis de León cambia a «decíamos la semana pasada». Decíamos, pues,  en un artículo sobre abolición que el abolicionismo nunca le va a impedir a una prostituta libre realizar su trabajo, porque una prostituta libre no es una mujer prostituida. Ponía como ejemplo el hecho de que, tanto en Nueva York como en Suecia, un estado y un país que tienen prohibido por ley el ejercicio de la prostitución, usted puede encontrar 'escorts' por internet, y que dejan claro y explícito que, aunque usted en principio paga por su compañía puede negociar con ellos/as en privado cualquier tipo de acuerdo sexual. Y que si usted ha visto películas americanas recordará de sobra la escena neoyorkina en el que el ejecutivo trajeado pasea con su coche muy lentamente por una callejuela llena de señoritas apoyadas en el quicio de la mancebía, y él espera a que ellas se acerquen y se le ofrezcan, muy al estilo 'Pretty woman'. Porque si él les aborda, es acoso. Pero si ellas se ofrecen, no. Entonces es un acuerdo privado. El mismo al que puedo llegar yo con cualquier señor (o señora) que me ofrezca dinero/una cena en Horcher/ una escapada a París/ por mi amor y mi cariño, y eso me convierte en tan puta o tan poco puta como Julia Roberts en la película. Si no hay un contrato, no hay «trabajo sexual».

La ley, aquí 
en España, no 
impide a una 
mujer anunciarse
como 'escort'

Y nunca puede haber «trabajo sexual» por una razón de economía clásica. Verán. Dicen las que se llaman a sí mismas trabajadoras sexuales que ellas trabajan con su cuerpo de la misma forma que lo hace una modelo, una cajera de supermercado, una dependienta de boutique o una bedela de un museo. Pues no. La economía clásica dice que hay un patrón que pone el medio de producción y un obrero que aporta la fuerza de trabajo. 

El obrero se ve forzado a trabajar para un patrón porque no posee el medio de producción, pese a contar con esa fuerza de trabajo. La modelo, sin la cámara y el arte del fotógrafo, sin todo el entramado de la revista o de la pasarela, no sería nadie (Por eso, las 'influencers' no son modelos: ellas lo pueden hacer solas). La cajera de supermercado necesita el supermercado, la dependienta a la tienda, la bedela al museo. La mujer que ofrece su cuerpo a cambio del favor que sea no necesita a nadie más: su cuerpo es su medio de producción. ¿Un empresario puede ofrecerle protección, un sitio donde trabajar? Puede. Vale. Pero sin él, ella se ganaría la vida exactamente igual, porque para protección puede alquilarse a Prosegur y la habitación de hotel la puede pagar el cliente. 

Un empresario, ley en mano, no puede hacerle un contrato, porque el empresario no detenta el medio de producción, así que ese contrato sería ilegal de todo punto. Como mucho, la trabajadora podría ser autónoma. Y la ley, ni aquí en España, ni en Suecia, ni en Nueva York, le impide a una mujer que quiera anunciarse como 'escort' hacerlo. Está en pleno derecho. Sí que le impide a un tercero contratar a una mujer para que sea puta y trabaje para él contrato por medio, obligándole a hacer un mínimo de servicios sexuales por día, a trabajar si tiene la regla, si está enferma, si viene un cliente drogado, agresivo, que no le gusta, que huele mal…

Y, seamos realistas. Sí, existen mujeres libres que de vez en cuando, cuando se ven cortas de dinero, trabajan como prostitutas porque quieren. Pero son las menos. En España una asistenta cobra 10 euros la hora. Una prostituta de 18 años, 50. Las prostitutas de Montera, 25 euros. La mayoría de nosotras no estamos tan buenas, no íbamos a subir de 25. ¿Nos iba a compensar hacerlo? Anda ya...