Opinión | Editorial

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Torra rehuye la economía real

El Cercle d¿Economia ha tenido que recordar que el Governno puede desentendersede la prosperidad del país

Quim Torra y Juan José Brugera, en la inauguración de la 35ª reunión del Cercle d'Economia en Sitges.

Quim Torra y Juan José Brugera, en la inauguración de la 35ª reunión del Cercle d'Economia en Sitges. / FERRAN NADEU

El acercamiento a la situación y prioridades de Catalunya hecho el jueves por Juan José Brugera, presidente del Cercle d’Economia, y Quim Torra, president de la Generalitat, se diría que corresponde a dos universos paralelos y no a una misma realidad. Los mensajes cruzados por ambos en el foro de Sitges subrayaron la diferente percepción del momento político y económico según proceda la fuente de fuera o de dentro del ‘procés’, según anteponga las obligaciones que impone la gestión del presente o dé prioridad al programa independentista.

Frente a la pérdida de peso de la economía catalana, invocado por Brugera, Torra reclamó la complicidad de los empresarios para lograr un referéndum de autodeterminación. Una exigencia previsible, pero manifiestamente alejada de las inquietudes de un auditorio bastante diferente del perfil de la recién elegida dirección de la Cambra de Comerç, copada por el soberanismo. Un requerimiento alejado, en todo caso, de las cifras manejadas por el presidente del Cercle, del recuerdo del cambio de sede de miles de empresas, reacias todas ellas a sumarse a una operación retorno, y del reconocimiento del dinamismo económico de Madrid.

Hubo en el análisis del ‘president’ un voluntario alejamiento del realismo y un llamativo desinterés por el papel reservado a las administraciones públicas en la estimulación de la economía, la atenuación del descontento social y la modernización y diversificación del tejido productivo. Basta tener en mente que el PIB del área metropolitana de Barcelona, encabezada por la capital hacia la que tanto desapego mostró Torra, representa el 12% del español para llegar a la conclusión de que es como poco un manifiesto error de apreciación perseverar en la discusión identitaria y soslayar el debate económico.  Basta recordar que el 19% del PIB español se cuece en Catalunya para llegar a idéntica conclusión.

Seguir con el piloto automático puesto en la economía y dedicar el grueso de los esfuerzos a otros cometidos es asimismo poco realista. Tan cierto es que el juicio del ‘procés’ todo lo enturbia como que una sociedad moderna y compleja no puede fiar a la inercia la marcha de la economía, ni augurar sus dirigentes grandes logros futuros en cuanto la nave independentista llegue a puerto. La política de las cosas necesita dirigentes proactivos que sepan distinguir entre realidad y deseos, entre lo necesario y factible y lo meramente utópico.