ANÁLISIS
Ojalá Valverde fuera el problema
Hace tiempo ya que Messi es el único líder de un club algo inmóvil
Josep Maria Bartomeu tiene muy bien aprendido el manual de presidente. Sabe que después de las derrotas le toca hablar públicamente. Su mensaje suele limitarse a la descripción. La derrota supone una decepción, ha sido una pena. Y así cumple con su papel. El sábado pasado, consciente de que en esos momentos el barcelonista reclamaba víctimas, Bartomeu quiso contentar a su afición: "Habrá novedades".
En ese mismo manual, aparecen diversas opciones para los próximos días, la solución más manida pasa por anunciar algún fichaje, pero de tan tópica resulta grosera. Al presidente del Barça le suele tirar más la destitución del director deportivo (ese puesto y el de director de comunicación son los más inestables durante su mandato). Suele ser más prudente con los técnicos, ahí está más acostumbrado a que se le vayan. Y al parecer, Valverde le haría un favor si le ahorra la decisión.
A Bartomeu no solo no le gusta destituir a sus entrenadores, sino que incluso le da pánico que acaben contrato. Ya le pasó con el Tata. Así que, en febrero, cuando Valverde gestionaba al vestuario exactamente como ahora, cuando el estilo pragmático del entrenador era el mismo con el que han acabado la temporada, le renovó porque representaba "los valores del club y la visión que tenemos del fútbol".
Ese mismo técnico continuaba siendo válido hace un par de semanas, tras la eliminación de Anfield, porque se trataba de un proyecto a corto y medio plazo. Sería del todo incomprensible, por lo tanto, que ahora se le destituyera por una final de Copa. Algo incoherente, pensaba hasta ayer, pero luego recordé que ya el año pasado podía haber saltado si el resultado de la final hubiera sido diferente.
Cuestión de matiz
Así que volví a reparar en las declaraciones del presidente del Barça en Sevilla. El matiz me pasó por alto en un primer momento. Valverde continuaba sin tener la culpa de la derrota. Pero el argumento para apostar por su continuidad se limitaba a recordar que tenía contrato. Quizás fue falta de dominio del lenguaje, pero hay una diferencia importante entre confiar en un proyecto y respetar un contrato.
Ojalá Valverde fuera el problema, tendría fácil solución. Significaría que hay una idea, un proyecto, un modelo y que Valverde, por desconocimiento o incapacidad, no lo sabe ejecutar. La solución sería sencilla. Quirúrgica. Se extrae el problema, y se coloca un nuevo entrenador que sí coincida con el modelo claro que marcan el presidente y el director deportivo y una plantilla que por lo visto se acerca a la perfección. Pero no es así. Lo que tampoco significa que su continuidad sea lo más conveniente.
¿Cuál es el camino a seguir? ¿Por qué no se llega a la excelencia? ¿Qué figura indiscutible diseña el futuro? No hay respuesta a ninguna de estas preguntas, porque ya hace tiempo que Messi es el único líder de un club algo inmóvil. Un parche aquí y otro allá da menos miedo que un reinicio total de la máquina. Cuando no sabes por qué funciona, resulta difícil saber por qué falla.
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