GUERRA TECNOLÓGICA
Europa siempre pone el campo para la batalla
Huérfana de liderazgo tecnológico, a la Unión Europea solo le queda asistir a un conflicto en el que EEUU y China se la disputan como aliada.
Rosa María Sánchez
Redactora jefe
Premio Carlos Humanes de Periodismo Económico 2020. Máster Universitario en Investigación en Periodismo por la Universidad Complutense, en 2023. Profesora en el Título de Postgrado Especialista en Información Económica de la Universidad Nebrija. Colaboradora en RNE.
ROSA MARÍA SÁNCHEZ
A estas alturas, las cartas ya están bocarriba y ha quedado bien claro que lo que enfrenta a EEUU con China no es una guerra comercial. Lo que hay es una guerra tecnológica en toda regla en la que está en juego la hegemonía mundial de una de las dos potencias y a la que Europa asiste como un convidado de piedra que, una vez más, volverá a poner el campo de batalla donde quedarán tendidas las víctimas más graves del conflicto.
Sin gigantes tecnológicos ni liderazgo alguno en los nuevos desarrollos, a la Unión Europea solo le queda asistir a un conflicto en el que uno y otro se la disputan como aliada. Altamente dependiente de la tecnología de EEUU (Google, Facebook, Apple Microsoft y cientos de firmas más) y de China (el desarrollo de la tecnología del 5G pende del hilo de Huawei en Europa y las energías renovables precisan de las baterías chinas), la UE apenas se atreve a entrar de lleno en las hostilidades.
Frente a las multinacionales tecnológicas de EEUU, Europa sí se atreve a ejercer cierta persecución sobre sus planificaciones fiscales agresivas, sus prácticas de monopolio o sus violaciones a la protección de datos de los ciudadanos. Pero cuando se trata de aplicar un impuesto tecnológico ('tasa Google'), la UE se arruga ante la amenza de represalias por parte de Trump (contra el sector del automóvil, por ejemplo).
Frente a China, Europa busca frenar su silenciosa entrada en sectores estratégicos para la economía europea y niega un apoyo pleno a la ambiciosa Ruta de la Seda que impulsa el presidente Xi-Jinping para unir por tierra ambas potencias. Europa, como EEUU, también se ha dado cuenta de que su economía ha estado demasiado abierta a China sin la correspondiente reciprocidad, pero en lugar de optar por la confrontación ha elegido la vía de la diplomacia en la confianza, tal vez, de que la fiereza de Trump le haga parte del trabajo.
La guerra tecnológica ha puesto en envidencia una suerte de 'neoimperialismo' -en palabras de Federico Steinberg, investigador del Insitituto Real Elcano-, con un mundo polarizado en torno a dos gigantes en liza, en el que al resto de los países solo les cabe sumarse a un lado o al otro.
Tras el veto de Trump a Huawei, algunas empresas de Reino Unido (Vodafone) fueron las primeras en aliarse con las tesis de EEUU. El resto de los países europeos mantienen un silencio atónito, atentos tal vez a la oferta de Huawei de firmar acuerdos de no espionaje con todos ellos para aplacar sus preocupaciones. Alemania y Francia no han movido ficha. España se juega mucho pues ya ha iniciado inversiones millonarias con Huawei para el desarrollo del 5G.
El escaparate de las alianzas se mostrará al mundo en la próxima cumbre del G-20 en Osaka (Japón) a final de mes. Puede que entonces haya avances entre ambos bloques, pero nadie espera espera el punto y final.
Lo cierto es que gane quien gane, Europa siempre saldrá perdedora de esta guerra. En realidad, todo el mundo va a perder. Veremos.
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