EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Mira Abelardo

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Juan Carlos Ortega

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Les voy a contar un truco infalible para detectar fantasmas. No me refiero a entidades inmateriales de otra dimensión, sino a los perfectamente humanos; esos seres que presumen de aquello de lo que jamás deberían presumir.

Tal vez no sea una técnica que puedan emplear siempre, pero les aseguro que, en las veces que puedan hacerlo, les resultará de una eficacia asombrosa.

Para lograr el objetivo, tiene usted que elegir a un individuo del que quiera saber si es o no un fantasma. Hable con él tranquilamente y pregúntele si ha conocido a alguien importante. Para nuestro propósito, vale cualquiera: un artista, un político, un alto jefe de su empresa, da igual. Entonces interróguele sobre lo que esa persona le dijo.

Y escuche. Hágalo con mucha atención, porque el detector de fantasmas se dispara cuando alguien dice una frase muy significativa. Llamemos al sujeto 'Abelardo', por poner un nombre al azar, ya que nos va a ser útil para ejemplificar lo que les digo.

Y aquí llega lo más importante. Si Abelardo, al hablar de lo que le dijo la persona importante, empieza diciendo: "Me dijo: 'Mira, Abelardo...'", entonces, Abelardo es, sin duda, un fantasma.

No hay duda. Es un hecho empíricamente demostrado. Todo fantasma con pretensiones, cuando relata lo que alguien importante le dijo en cierta ocasión, incluye su propio nombre en la frase que se le dirigió.

Miren la tele, oigan la radio. Un periodista, por ejemplo, cuenta lo que le dijo hace años Adolfo Suárez: "Recuerdo que Suárez me dijo: 'Mira, Abelardo, yo creo que...'". Ahí está su nombre, su querido nombre, su adorado nombre, esa palabra que él tanto ama e idolatra, dándonos a entender que la relación con el político era de una cordialidad magnífica.

Desconfíen siempre de esas personas, de verdad. No hablo por hablar. Lo tengo comprobado. Pueden dudar de mí, si lo desean. Puede parecerles una técnica pedestre y sin sentido, pero les aseguro que quien incluye su propio nombre en boca de alguien significativo no merece nuestro crédito. Lo más probable es que esa conversación que aseguran recordar sea una gigantesca invención. O, en cualquier caso, casi con toda seguridad nunca se incluyó ese nombre en la frase original.

La pregunta que conviene ahora formularse es: ¿se lo inventan conscientemente o su temperamento egocéntrico les lleva a creer que Suárez, el Rey de España o Bill Gates realmente incluyeron su nombre de pila? Yo les respondo: se lo inventan.

Podría adjudicarme el mérito de esta curiosa reflexión, pero no voy a hacerlo. Hace tiempo, con la cadena SER, visité el Vaticano para hacer un reportaje sobre el arte escondido en sus sótanos. Tuve la suerte de hablar con el Papa Francisco. Mirándome a los ojos, y mientras me agarraba con cariño las manos, Su Santidad me dijo: "Mira, Juan Carlos, todo el que incluye su nombre en lo que alguien importante le dice, es un fantasma de tomo y lomo".