Peccata minuta

Palabras nuevas

Ya va siendo tiempo de que Sánchez y Junqueras, solos y lejos de sus respectivos teatros, sin líneas rojas ni amarillas y sabiendo que el roce crea el goce, aprendan a hablar con palabras nuevas

Joan Ollé

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Hizo bien, formalmente, Vox al jurar por España, ya que es un ente medible, contable, pesable y acreditable dentro de la categoría de las cosas que existen. Jurar por Dios resulta un pelín más estrambótico, al no figurar el aludido en ningún cómputo municipal, autonómico, estatal ni planetario.

También me pareció estupendo que los políticos en prisión preventiva –situación que empieza a dar mil ascos, ya que con su improbable fuga destruirían su leyenda– prometiesen «por imperativo legal», pero menos que añadiesen la  avinagrada coletilla  de «'pel poble català, la república i el mandat de l’1-O'», conjunto de palabras que les desacredita radicalmente, ya que su  referéndum no debería haberse convocado precisamente por atención a la citada condición de «imperativo legal». ¿Por qué no prometieron por las fétidas jornadas parlamentarias del 6 y 7 de septiembre del 2017 o por las transparentes elecciones de diciembre del mismo año, que ganaron ellos y Ciudadanos? Sí el 1-O ha quedado como fecha de referencia en nuestra pequeña aldea fue gracias a la violenta patosidad de las fuerzas de seguridad del Ministerio del Interior, que no resultaron demasiado convincentes recitando, sin apenas sintaxis, sus clónicos agravios ante el juez Marchena.

Imágenes para el recuerdo

De esta sesión parlamentaria quedarán diversas frases e imágenes para el recuerdo, como la dirigida por don Ramón María del Valle-Inclán –alias Agustín Javier Cimarrón– a sus señorías, cráneos privilegiados y esperpénticos  héroes del Callejón del Gato: «Dejen expedito el pasillo del tercio izquierda, que tenemos que ir con la sacra urna a ver al señor Echenique», así como los decididos besos de Arrimadas a Rull y Turull, correspondidos por ellos, mientras Rivera, mirando hacia Krypton,  se hacía muy pequeño. 

A mi parecer, las mejores palabras del martes se redujeron a tres, que dirigió Oriol Junqueras a Pedro Sánchez mientras estrechaban sus lejanas manos: «Tenemos que hablar». Deseo que Junqueras, lejos de su bipolaridad pragmático–celestial, sepa explicar a los suyos que el jodido 'poble català' está formado por muchos pueblos, y que los unos –así de claro– no pueden decidir por todos. También Sánchez haría bien en recordar a los más frikis de sus barones que apenas 45 años atrás,  aún con Franco y en el exilio, el PSOE, en Suresnes (localidad de la periferia parisina) defendió el derecho a la  autodeterminación de todas las nacionalidades ibéricas. 

Ya va siendo tiempo de que Sánchez y Junqueras, solos y lejos de sus respectivos teatros, sin líneas rojas ni amarillas y sabiendo que el roce crea el goce, aprendan a hablar con palabras nuevas. Y luego, cada uno a su casa.