Análisis

Políticas públicas a empujones saludables

A los ciudadsnos nos toca exigir que no desfallezcan las medidas desde la Administración en favor de todos

Material médico en un quirófano.

Material médico en un quirófano. / periodico

Guillem López Casasnovas / Ildefonso Hernández Aguado

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Conviene para la memoria dejar constancia de eventos, que aunque aparentemente controvertidos, vividos personalmente, han tenido su influencia en el devenir de las políticas públicas. El primero al que nos queremos referir es el de la prohibición de fumar en lugares públicos. El impacto en la protección de la salud de los no fumadores y en la reducción del consumo de tabaco ha sido notable.

Empezó con la ley de 2005 sacando los malos humos del trabajo y siguió en 2010 con un 'nudge', empujón regulatorio desde el Ministerio de Sanidad, que forzaba a los fumadores a salir del local con cierto estigma de contravenir la tutela de lo recomendable. La medida de aparente paternalismo libertario pero más bien basada en la noción comunitaria de la libertad, buscó la protección de las personas expuestas involuntariamente a riesgos para su salud.

Tras las críticas y debates sufridos, de tono subido sobre la libertad del fumador y los derechos de los propietarios de locales, hoy se considera como una medida más que legítima y es aceptada mayoritariamente, también por los fumadores. El papel de la sociedad civil organizada, por ejemplo, en torno a la Comisión Nacional de prevención del Tabaquismo, resultó esencial.

La segunda medida la vivimos con la implementación en Catalunya del impuesto sobre bebidas excesivamente endulzadas con azúcares añadidos.  Aparecida esta propuesta antes incluso que la propia OMS la impulsara, generó un agrio debate que nos llevó a algunos a tener que comparecer ante los representantes de la patronal Anfabra y también con el responsable político que la hizo suya. Mantuvimos en dicha reunión que la medida tenía triple dividendo.  No siendo un instrumento recaudatorio, apuntábamos a que si tenía éxito el impuesto frenaría consumos muy poco saludables: no recaudaría, pero reduciría gasto social derivado; si no conseguía el objetivo anterior, la recaudación sufragaría parte de los gastos ocasionados, y en todo caso, el tributo suponía un incentivo a substituir bebidas azucaradas por alternativas en principio menos nocivas.

Y en la propuesta figuraba incluso el compromiso de dedicar parte de la recaudación a la devolución vía deducciones a las empresas para I+D dedicada a la innovación substitutoria de productos tradicionales.  Quien al principio más posibilidades de perder parecía tener, y más duramente se movilizaba contra la propuesta, es quien más posiblemente ha acabado mejorando sus cuotas de mercado. Una especie de 'win to win'  conjunto. Hoy las 'light' y ceros y las alternativas de compuestos vegetales se están imponiendo con reducciones próximas al 25% respecto de consumos anteriores de bebidas azucaradas.

Los cambios mencionados chocaron con algunas reticencias teórico académicas primero, dudas políticas y resistencias empresariales después, y un mercado que se ha acabado ajustando a las nuevas políticas públicas en beneficio de todos. Mejorar a empujones requiere la valentía de las autoridades económicas y sanitarias ante un estatu quo muy consolidado y poderoso que defiende sus intereses particulares por encima de los colectivos. A los ciudadanos y sus organizaciones nos toca exigir que el esfuerzo no desfallezca. La nueva legislatura que ahora comienza necesita en políticas de salud claramente un empujón.