La comunicación no verbal de los candidatos

La estampa de los alcaldables

En unas elecciones planteadas como un proceso de selección de personal, la comunicación no verbal pesa mucho

Los candidatos a la alcaldía de Barcelona Ada Colau (BC), Elsa Artadi (JxCat), Manuel Valls (Cs), Ernest Maragall, Jaume Collboni, Josep Bou y Anna Saliente (CUP), el pasado 25 de abril.

Los candidatos a la alcaldía de Barcelona Ada Colau (BC), Elsa Artadi (JxCat), Manuel Valls (Cs), Ernest Maragall, Jaume Collboni, Josep Bou y Anna Saliente (CUP), el pasado 25 de abril. / periodico

Patrycia Centeno

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Cuando analizas las candidaturas políticas en modo 'mute' no hay programas o propuestas electorales que te distraigan del contenido y que una vez en el gobierno te defrauden al ser (¡oh, sorpresa!) incumplidas. Las elecciones, más las municipales, a menudo se plantean (y no es poco) como un proceso de selección de personal por parte de la ciudadanía para que alguien gestione nuestra vida administrativa en comunidad. Es sabido y, peor aún, aceptado, que hay mucho listo que infla su currículum con niveles de inglés rozando el nativo o títulos de grado superior que ni siquiera existen (más al “precio” que van los másters en estos tiempos). Así que a veces merece la pena silenciar a los aspirantes, en este caso los alcaldables a la ciudad de Barcelona, y escuchar lo que su estampa nos dice. Unos lo llaman dejarse llevar por la intuición (con la cara paga) y otros, estudiar la comunicación no verbal. 

En estos cuatro años, Ada Colau ha acabado cediendo y pretendido institucionalizarse estéticamente. Lo ha hecho a la vieja usanza, como la vieja política, sin plantearse nada más: sustituir la camiseta de activista por la americana diplomática. La sonrisa con la que protegía su timidez se ha retraído a base de duros golpes de realidad como sufrir escraches en propia carne o malinterpretarse (maliciosamente) su sempiterno gesto de nerviosismo durante los atentados del 17-A como una muestra de indiferencia y frivolidad. Quien de momento no ha perdido la sonrisa es Elsa Artadi, y eso que ha pasado por el (des)govern de Quim Torra... Astuta y diligente, peca al aniñar en exceso su imagen. Cierto es que por suerte ya no hace falta imitar el rol del político hombre; pero sí el de persona adulta. Y en este aspecto, la mariposa amarilla como reclamación de la libertad de los presos políticos (entre ellos, Quim Forn, el candidato a la alcaldía por JxCat) en vez del tradicional lazo no ayuda. 

Por su parte, en ERC andan obsesionados por rejuvenecer a su chico y por eso lanzan a Ernest Maragall a jugar a futbol o al pin pon. Para gobernar tampoco es imprescindible estar en forma física; pero sí disfrutar de buena salud mental y emocional (¿una partidita de ajedrez?). Tal vez el mayor valor del republicano es ser el hermano de Pasqual Maragall. Porque ya ha pasado tiempo suficiente para que nos arrebate la melancolía y todas las formaciones y adversarios políticos del entonces alcalde socialista avalen y reconozcan ahora el maragallismo. Pero no hay que confundir el estilo bohemio de Pasqual (informal y descuidado, pero con trajes a medida) con la desidia en el vestir de Ernest. Con lo que le sobra de los bajos de los pantalones y los hombros de la camisa se podría confeccionar otro par. Y en el ayuntamiento no estamos para despilfarrar ni en telas ni en nada. Ni siquiera en nombres y apellidos. Y aguantar a Josep Bou traducir su nombre al español o enumerar (con chuleta) todos sus apellidos catalanes significa perder el tiempo y demostrar que uno, como el PP, no está muy centrado. Eso sí, apaga fuegos (literal, busquen el vídeo). Si el 26-M no obtiene un buen resultado siempre puede optar a convertirse en bombero (las ideas ya las tiene) o superhéroe.  

Pese a que, habiendo sido primer ministro de Francia, la ciudad condal se antojaba un territorio asequible para su gestión, el conocimiento que demuestra Manuel Valls sobre la capital catalana es nivel guiri. Y aunque por suerte no se ha calzado sandalias con calcetines para recorrer las calles, su presentación empezó por los suelos ensalzando el panot, le siguió una deliciosa parada en el carrer Petrixol con churros y chocolate y otra obligada en el mercado de La Boqueria. Cuenta con el apoyo de Cs pero no acaba de sentirse cómodo con el naranja. Será por eso, y no por andar desubicado en el espacio (Catalunya-España, no Francia), tiempo (2019, siglo XXI, no la Barcelona de 1970), que en el diseño gráfico de su campaña se empecine en emplear los colores de la tricolor francesa. 

En su empeño por no personalizar la candidatura, la CUP presenta a una desconocida. Pero a diferencia de otros líderes cupaires, a Anna Saliente le falta carisma y acaba pasando demasiado desapercibida incluso para un proyecto que prefiere hablar de conceptos y no de figuras. Ahora bien, peor es lo de Jaume Collboni. Tras entrar y ser despechado por el gobierno de Colau, su presencia ya no transmite nada (ni positivo ni negativo). Anodino, será la victoria de Pedro Sánchez el 28-A o los mitines de Miquel Iceta los que le sumen votos al PSC. 

*Experta en comunicación no verbal.