Elecciones municipales

Alcaldables

Los candidatos juntos, en pequeñas dosis, en proporciones distintas, podrían crear la Barcelona perfecta

Los siete candidatos a alcade de Barcelona, en el debate de TV-3.

Los siete candidatos a alcade de Barcelona, en el debate de TV-3. / periodico

Milena Busquets

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Le reprochan sin cesar a Manuel Valls que no conoce su ciudad, y él, en vez de mandarles a todos a la mierda, baja la mirada, sonríe y niega con la cabeza. He conocido a otras personas bien educadas que al ser contrariadas o al escuchar bobadas o falsedades sonríen con resignación. Suelen ser los más inteligentes, los menos narcisistas, los más ambiciosos.

Viendo el debate del martes en TV-3 debate del martes en TV-3pensé que los participantes eran una representación bastante fiel y exacta de nuestra ciudad: un socialista obediente, una alcaldesa activista (por una vez, muy bien vestida y peinada, lo cual no es que importe mucho, pero siempre se agradece, aportar algo de armonía y de belleza al mundo, o al menos de pulcritud; siempre está bien), un Maragall mayor, un empresario catalán (muy catalán, despierto, rápido, algo excéntrico, simpático), una 'cupera' en prácticas, una independentista educada en Harvard (nos lo recuerdan cada día) y un catalán francés (hasta hace poco lo éramos todos, no había ningún catalán educado que no hablase al menos algunas palabras de francés).

Pensé que juntos, en pequeñas dosis, en proporciones distintas, podrían crear la ciudad perfecta.

El heredero de Colau

Pensé que unos se podrían dedicar a suprimir carriles bici inútiles en barrios donde nadie los utiliza ni tiene intención de hacerlo, otros podrían asegurarse de que las grandes compañías de teatro vuelvan por fin a Barcelona (no tengo nada en contra del teatro autóctono, pero fue maravilloso poder ver, de joven, obras dirigidas por Ingmar Bergman, Peter Brook, Ariane Mnouchkine, Pina Bausch o Simon McBurney), otros podrían atraer empresas y congresos, mejorar la educación, convertir el Zoo de Barcelona en el mejor del mundo (para mí ya lo es) en vez de cargárselo estúpidamente (y con él una parte importantísima de nuestra memoria y de nuestra infancia barcelonesa), garantizar una vivienda digna para todos, una ciudad más limpia, más igualitaria, con menos delincuencia. No una ciudad para los niños, como decía el martes la señora Colau, una ciudad para adultos, cultos, ambiciosos, serios, pacíficos, cultos, cultos, cultos, sin pesebres posmodernos. Una ciudad que defendiese la cultura al margen de la ideología de cada uno, que no pretendiese promover sus intereses a través de la cultura, ni beneficiar a los que piensan igual, una cultura sin ideología, libre, para todos; eso sería genial.

Hace cuatro años voté a Colau porque era mujer (me hacía ilusión una alcaldesa en mi ciudad, tal vez sea una razón pueril, también me gustaría ver una presidenta en España, y creo que lo veré) y porque era distinta, porque pensé que aportaría algo nuevo. Cuatro años después, el único heredero de Colau es Valls.