IDEAS

Museos en la picota

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Xavier Bru de Sala

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Cuando, en busca de público, los directores de los museos empiezan a presentar excusas para dejar al margen la cultura e ingresar al carrusel del entretenimiento, podemos certificar que hemos bajado un peldaño más en la escala de la aniquilación de la arte como fenómeno social.

La cuestión ahora es competir en el difícil arte de embrujar a la ciudadanía con las cifras de visitantes

Lo dice bien claro Miquel de Palol en su último libro, el corrosivo 'Angèlica i Rafel': "Como todo el mundo escribir sabe, bien o mal ya es otra cosa, y todo el mundo se siente capacitado para juzgar, el ciudadano medio no respeta una actividad tan 'fácil'". Sólo falta generalizar la sentencia, no tanto porque todo el mundo también sepa pintar -al menos colorear un mandala- como por la completa demolición de la jerarquía del criterio. Ya que el contenido de los museos, en origen contenedores del arte "sacralizado", ya no importa, la cuestión es competir en el difícil arte de embrujar a la ciudadanía, empezando por los periodistas, para que las cifras de visitantes aseguren el trabajo del director y su equipo. Los políticos, titulares de los equipamientos, no entienden otro lenguaje que el del provecho social.

En este punto deberemos dar las gracias, de manera muy especial, a los predicadores que vendían la cultura como un servicio público comparable a la sanidad, no a la enseñanza, por supuesto, si es que la enseñanza aún pretende enseñar algo que no sea un conocimiento tangible y mesurable.

La carrera comenzó con el famoso concurso 'Una noche con la Gioconda' y prosigue con todo tipo de ocurrencias, como la de ofrecer comidas gratis en los museos, celebrar asambleas de vecinos, explicar los males del colonialismo europeo y pronto invitar a mear en las escalinatas. Para situarse a la cabeza en esta competición, delante del MNAC se podría instalar una reproducción del Pantocrátor de Taüll, una nueva cada día, e invitar a los pasantes a llenarlo de grafitis con la promesa de que el ganador podrá 'completar' a su gusto el original románico custodiado en el interior.