Dos miradas

Impostura

Colau no necesita presentarse como ejemplo único de superación de unos orígenes humildes

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Emma Riverola

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Las clases han entrado en campaña electoral de la mano de Ada Colau. Su estrategia de comunicación pasa por recalcar su origen humilde. Basta asomarse a su biografía para situarla en esa franja que durante décadas llamamos clase media y que, básicamente, consistía en tener un techo decente, educación para los hijos y algún capricho mesurado. Eso que ahora empieza a parecer un lujo. Incidir en esos orígenes es un modo de marcar distancias con Ernest Maragall, hijo de la Barcelona patricia de Sant Gervasi. La táctica pretende buscar la empatía de tantos que se sienten muy alejados de los círculos del poder, pero destila cierta impostura. Especialmente cuando se empeña en presentarse como la primera persona que consigue superar su extracción social.

La democracia social hace mucho que abrió las puertas de la educación y las instituciones a personas de familia humilde. Desde José Montilla a tantos alcaldes del cinturón de Barcelona o a Meritxell Batet, quien sufrió un desahucio cuando vivía con su madre y se pagó la carrera trabajando de noche. Colau incluso comparte barrio de infancia otro hijo del Guinardó que no necesita presumir de becas universitarias. La candidata de Barcelona en Comú llegó a la alcaldía desde el activismo, ese fue su gran activo y marca su actuación como alcaldesa. No necesita rediseñar su vida ni situarla en contextos que ya fueron superados por la determinación de otros.