Ante una nueva guerra fría

Europa en un mundo de gigantes

Al compartir soberanía en el marco de la UE los estados europeos adquieren una influencia que ninguno de ellos tendría nunca por sí solo

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Josep Borrell

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El mundo unipolar que emergió del final de la guerra fría se está acabando. Frente a EEUU aparece China como un nuevo coloso geopolítico. Trump y el 'brexit' cuestionan la unidad del mundo occidental. Y en el indo-pacifico se instala la línea del frente de una nueva guerra fría, por el momento solo comercial y tecnológica.

Nada que ver con cuando Europa era un continente destruido, hambriento y amenazado, cobijado por el paraguas militar americano. El mundo de hoy es un mundo de gigantes, y el tamaño, económico y demográfico, de cada país es decisivo para sentarse a defender sus intereses.

Y este nuevo mundo da la razón al ex primer ministro belga Paul-Henri Spaak cuando decía que "en Europa solo hay dos tipos de Estados: los pequeños y los que todavía no saben que lo son".

Incluso todos juntos, los europeos somos una parte pequeña de la humanidad. Todavía somos una gran potencia económica, pero desde el punto de vista geopolítico las cosas se nos complican.

Al Este, Putin, aunque no sea Stalin, es un vecino incómodo. La Rusia Imperial renace de las cenizas soviéticas y quiere reafirmar su influencia. Pero Rusia, pese a disponer del arma atómica, tiene el PIB de Italia y muchos problemas económicos estructurales.

Al Oeste, la nueva actitud de Trump. EEUU siempre había apoyado la integración europea como dique de contención ante la URSS, y porque le interesaba tener un aliado fuerte para serle útil, pero no tanto como para tener ideas propias. Pero ya no podemos contar con su apoyo incondicional. Nos guste o no, el aliado histórico está dirigido por un presidente abiertamente hostil a la integración europea, justo cuando despierta el que fue nuestro enemigo durante la guerra fría, y nuestro principal suministrador de productos a bajo precio aparece como un "rival sistémico".

En efecto, Trump aplaude a Orban y Salvini, considera la importación de coches alemanes como un riesgo para su seguridad nacional y apoya decididamente el 'brexit'. Y extiende el temor a que el dominio del gigante chino Huawei en la tecnología 5G sea utilizado con fines geopolíticos.

En realidad, concentración de poder económico-tecnológico y peso geopolítico siempre han ido de la mano. Los EEUU despliegan una panoplia de armas no convencionales para defender el 'America first': sanciones extraterritoriales contra los inversores en Cuba (ley Helms-Burton), control de las inversiones directas extranjeras para protegerse de la ventaja tecnológica china, uso del papel central del dólar para imponer sanciones a las empresas extranjeras que sigan negociando con Irán.

La UE dispone del mayor mercado del mundo, lo que le ha permitido ser un referente en el establecimiento de estándares mundiales, y un gran instrumento regulador de los intercambios. Pero ha renunciado a utilizar sus capacidades económicas, muchas veces limitadas por las reglas de su política de competencia, con fines geopolíticos. Y por ello no tenemos capacidad de influencia a nivel global.

Esta influencia geopolítica estará determinada, en gran medida, por nuestra fortaleza económica y capacidad militar. Y ello plantea la necesidad de que nuestra política de competencia no impida la creación de empresas con la dimensión necesaria para competir a nivel global, mientras se protege a los consumidores del potencial abuso de posición dominante de multinacionales gigantes. Y el desarrollo de una autonomía estratégica y una capacidad de defensa complementaria de la que compartimos en la OTAN

La influencia geopolítica de la UE vendrá determinada por su fortaleza económica y capacidad militar

Al compartir soberanía en el marco de la UE y codecidir nuestro futuro en el nevo escenario mundial, los estados europeos adquieren una influencia que ninguno de ellos tendría nunca por sí solo. Los británicos lo aprenderán cuando consumen el 'brexit', y “recuperen el control de su destino”, si es que tal cosa acaba ocurriendo.  

España no podría haber retirado sus tropas de Irak si hubiéramos tenido la peseta, porque esta habría sucumbido a los ataques especulativos de los mercados financieros internacionales como sucumbió el franco de Mitterrand en 1981. ¿Alguien cree que España podría imponer multas a Google por abuso de posición dominante como ha hecho recientemente la Comisión Europea?

En un momento en el que su futuro está más cuestionado que nunca, la UE debe demostrar a sus ciudadanos que puede protegerlos mejor y crear más oportunidades que el utópico repliegue nacionalista y las economías cerradas. Esta es la gran cuestión de nuestro tiempo.