Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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El día que Madonna me decepcionó

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Hace unos días estaba yo mirando perfiles de Instagram cuando encontré el de una amiga mayor que yo y me acometió un fogonazo de envidia. Ella es más guapa, parece más joven y le va mejor en la vida. O, al menos, eso da a entender su perfil. La belleza puede ser cuestión de filtros y, en cuanto a cómo es en realidad, en la intimidad, su vida privada, lo cierto es que no tengo ni idea.

Esa noche leí de un tirón el libro 'Yo seré la última' de la premio Nobel Nadia Murad. Ella tenía 20 años y vivía en una aldea iraquí cuando el ISIS la secuestró y la convirtió en una esclava sexual. Fue torturada y violada por soldados que se iban sucediendo unos detrás de otros. Asesinaron a sus padres y hermanos. Su madre desapareció. Sus primos más jóvenes fueron secuestrados, ahora son soldados del ISIS después de programas de lavado de cerebros.

Pensar que esa misma mañana había estado torturándome por una idiotez tan supina como que aparento exactamente la edad que tengo en lugar de apreciar la inmensa suerte de haber llegado viva a esta edad y de vivir precisamente en un país sin guerras. Porque en cualquier país en el que haya una guerra las primeras perjudicadas serán las mujeres.

Bajo las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Haití, República Dominicana..., a muchas de las prisioneras políticas se las convirtió en esclavas sexuales de sus torturadores. Hoy existen mujeres esclavas en Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Somalia, Congo, Camboya… Y la mayoría de esos crímenes de guerra quedan impunes. Porque las leyes las han elaborado hombres y son hombres también quienes las aplican.

Precisamente el 11 de mayo los talibanes ejecutaron en la calle a Mena Mangal, una periodista que defendía el derecho de las mujeres a estudiar y trabajar. Es una entre millones.

En la franja
de Gaza, donde
las condiciones
sociales y
económicas 
son cada vez
más agobiantes,
las mujeres son
doblemente
víctimas

En la franja de Gaza, en Hebrón, donde las condiciones sociales y económicas son cada vez más agobiantes debido al sitio impuesto por Israel, las mujeres son doblemente víctimas. Victimas del bloqueo primero. Y víctimas de los crímenes de honor, de la violencia de género, de los matrimonios concertados… De la radicalización de movimientos árabes de resistencia. «Si Occidente apoya a Israel, debéis confiar en nosotros», les dicen a los palestinos los radicales islámicos. Precisamente por eso, Occidente no puede dejar de lado a Palestina. Porque las mujeres palestinas van a ser víctimas por partida doble.

Hace poco un famoso periodista gay publicó un tuit en el que animaba a todos esos hombres gais que únicamente publicaban fotos en el gimnasio a que probasen a colgar un libro, un restaurante, un escaparate, un concierto, un paisaje. Las redes se le echaron encima. Le acusaban de envidioso. Esos mismos gais que este sábado estarán encantados de ver el festival de Eurovisión, y a Madonna. Porque un hombre que se pasa todo en el día en un gimnasio no tiene tiempo de leer un libro, o las noticias. O de pararse a analizar y pensar.

Han sido precisamente exsoldados israelíes los que han denunciado que la ocupación israelí viola los derechos humanos, desde la organización <strong>Breaking the Silence,</strong> integrada por exmilitares judíos que han denunciado las violaciones de derechos humanos del ejército israelí en los territorios ocupados. Esa ONG organiza conferencias y planifica visitas a zonas sensibles de Cisjordania, Gaza y Hebrón para explicar el día a día de la ocupación. Para que no olvidemos que ya llevamos 51 años de la ocupación por Israel de los territorios palestinos y 11 de su bloqueo ilegal de la franja de Gaza, con el que someten a sus dos millones de habitantes a un castigo colectivo.

Hace dos años entré a la franja de Hebrón acompañando a esa misma ONG. Yo vi con mis propios ojos lo que es la ocupación: expoliar y matar de hambre a mujeres y niños cuyo único crimen radica en haber nacido con el nombre y en el sitio equivocados. Soy madre. Tan madre como aquellas mujeres a las que vi con miedo de perder a sus hijos. Ni puedo entender cómo Madonna, que va por la vida de feminista, madre amantísima y defensora de la paz, se haya prestado a apoyar a el país más condenado por Naciones Unidas.

Y esto lo firma la que fue y seguirá siendo la mayor eurofan de la historia. La que solo se ha perdido una edición de Eurovisión. La que hasta ahora era muy fan de Madonna. Y que seguirá valorando su arte. Porque sé que el arte va por un lado y la persona, por otro.