ANÁLISIS
Griezmann, un fichaje impopular
Bartomeu, por el bien común, ha optado por aparcar su orgullo personal y abordar la contratación del francés, aunque con ello obliga a los aficionados barcelonistas a hacer lo mismo, y no todo el mundo parece estar por la labor
Albert Guasch
Periodista
A Josep Maria Bartomeu se le ha oído decir que ya no se deja influenciar por lo que se publica en los medios. Aplica aquello de que tomo nota respetuosamente y luego procedo como considero. Mis técnicos, mis directivos y yo. Bien. Un alivio. Así puede uno escribir con ligereza sin temor a influir en nada. Porque de la misma manera que se habría recomendado desde esta tribuna el fichaje en su día de Coutinho –embelesaba en el Liverpool, de verdad que lo hacía–, ahora desde aquí se insta a olvidarse de Antoine Griezmann. Nada original, por lo que se lee y escucha en los últimos días. Los partidarios del no se están haciendo oír. Presumiblemente, el bando de los perdedores. Ya se ha dicho que Bartomeu no va a hacernos caso.
Griezmann no cae simpático ahora mismo ni a los partidarios ni a los detractores de su fichaje. El numerito del documental del verano pasado, con la desafortunada complicidad de Gerard Piqué, le han acercado a esa categoría de jugador veleidoso y narcisista que representa mejor que nadie Neymar. Extraordinarios futbolistas, pero con peaje. Hasta cuenta ya con una pitada en el Camp Nou en su currículum.
Bartomeu sabe mejor que nadie de ese carácter cambiante como el viento de mar. Se implicó hasta las trancas en la contratación del delantero francés en el 2018, con llamadas habituales en los meses decisivos, y creía tenerlo atado y bien atado. El plantón le dolió, también más que a nadie. Como una de esas noches de goleada en contra.
Ahora ha decidido tragarse el orgullo. Cree que al Barça le conviene, porque él y los técnicos ven al equipo más robustecido con Griezmann, así que a por él, que no hay nada que una buena campaña de imagen y unos cuantos goles no puedan remediar. No obstante, conviene recordar que aunque el presidente anteponga el bien común a su orgullo personal, lo hace en nombre de toda la masa social azulgrana y obliga a toda ella a perdonar el feo despecho del francés. Y muchos no están por la labor. Difícil ponerle porcentajes. Suficientes para ver que se trata de un fichaje impopular.
Tampoco es un fichaje de futuro, como parecía apuntar la nueva línea de contratación del departamento técnico, sino de rabioso presente. A sus 28 años, esos 120 millones de coste no parecen poca cosa, aun en esta economía azulgrana que parece asumirlo todo, ni esos 17 millones de salario, que a ver cómo sientan en el vestuario. No tiene pinta de que vaya a retirarse de la élite más tarde que Leo Messi.
Hay razones también para mostrarse escéptico sobre el acoplamiento entre ambos. ¿No se ha dicho siempre que donde mejor rinde el francés es en la posición de detrás del delantero? Será interesante de ver el trabajo técnico para sincronizarlos. Y cómo se sincroniza el francés con la afición. Eso también. No vayan a haber más pitadas.
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