Opinión | Editorial

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El incomprensible boicot a Iceta

Con su veto, los partidos independentistas renuncian a una oportunidad y ejercen una imposición poco democrática

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Los tres partidos independentistas que ostentan la mayoría en el Parlament de Catalunya confirmaron ayer su intención, salvo maniobra de última hora, de impedir que el escaño de senador del PSC en representación de la Cámara catalana sea ocupado por Miquel Iceta. Los dirigentes de ERC, PDECat y la CUP que justificaron el veto blandieron el recuerdo del 155 que los socialistas aprobaron y el agravio de que Pedro Sánchez lanzase la candidatura de Iceta a presidir el Senado sin esperar a que el Parlament lo designase antes senador. Si de rememorar el 155 se trata, quizá se debería recordar que la victoria socialista fue precisamente la que ha impedido un gobierno de tres fuerzas dispuestas a imponer de nuevo un 155 inmediato, amplio e indefinido. Igual que hay una sensible diferencia entre un gobierno socialista y la amenaza para el autogobierno que suponía el tripartito de las derechas; incluso no abre las mismas puertas la figura de Iceta al frente de la Cámara que tiene la llave de la activación de ese artículo que la de representantes de otras sensibilidades territoriales en el seno de su mismo partido.

Hay motivos más que suficientes para que cualquier fuerza catalana que apueste realmente por el diálogo y no por el cuanto peor mejor vea aquí una oportunidad. Aun así, bien porque se imponga la herida de tener a sus líderes en prisión y sentados en el banquillo, bien por necesidad de marcar músculo combativo en el pulso entre ERC y JxCat por el voto independentista, los partidos independentistas podrían considerar oportuno posicionarse contra la presidencia del primer secretario del PSC. Pueden hacerlo donde corresponde: votando en su contra en el pleno de la Cámara alta. Pero como ayer curiosamente sostuvieron los propios grupos independentistas para justificar su sabotaje, no corresponde al Parlament elegir al presidente del Senado. Efectivamente: lo que se le pide es la designación de un senador, ni más ni menos. Los portavoces del PDECat expusieron ayer sin inmutarse que reconocían a los socialistas el derecho a disponer del escaño que les corresponde, y a decidir cuál de sus diputados lo ocupará, para acto seguido sostener que eso mismo es lo que impedirán. Que la mayoría independentista en el Parlament se atribuya el derecho a decidir quiénes pueden ser o no los representantes parlamentarios del resto de fuerzas tiene muy poco de democrático y cuestiona cualquier expectativa de distensión.