Cita electoral decisiva

La resistencia europea

Los antieuropeístas hacen campaña conjunta, mientras los europeístas prefieren competir entre ellos

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Astrid Barrio

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Las elecciones al Parlamento Europeo del 26 de mayo son probablemente las más importantes de las que hasta ahora han tenido lugar. Más allá de la disputa partidista propia de los sistemas democráticos, en estas elecciones está en juego la continuidad del modelo, con sus luces y sus sombras, que hemos conocido hasta ahora; un proyecto que no hay que cansarse de recordar, aunque a algunos les parezca poco, que ha servido para garantizar la paz entre los países europeos que han formado parte. La Unión Europea tiene muchas cosas que mejorar, seguro, empezando por la ampliación del pilar social, la Europa que protege a la que se refiere el presidente Macron, pasando por la profundización democrática y la rendición de cuentas, pero es un proyecto de éxito que ha logrado reunir hasta a 28 estados, ahora ya casi prácticamente 27 por la salida del Reino Unido, que en su día decidieron que valía la pena tener políticas comunes y potenciar la solidaridad entre europeos. 

El camino emprendido en 1957 con el nacimiento de las Comunidades Europeas ha estado plagado de obstáculos y siempre ha habido reticencias a su desarrollo, incluso por parte de algunos de los países fundadores. Baste recordar el papel de De Gaulle en la crisis de la silla vacía o sus reticencias, fundadas, al ingreso del Reino Unido. Más adelante, a las discrepancias entre países respecto a cómo debía evolucionar el proyecto europeo se añadieron unas discrepancias entre partidos que progresivamente han ido asentando una nueva fractura política a nivel europeo: la que alinea por un lado a socialistas, socialdemócratas, democratacristianos, socialcristianos y liberales, las grandes familias ideológicas tradicionales, todos ellos fervientemente europeístas gracias a los cuales el proyecto europeo logró cimentarse y crecer, y por el otro a populistas de distinto signo pero sobre todo de derecha radical, que no solo son críticos con la evolución y el funcionamiento de la Unión sino que se muestran partidarios de la retirada de sus respectivos países, y que han tenido en el UKIP de Nigel Farage a su punta de lanza

Amenaza al Estado de derecho

El crecimiento en todo el continente de este tipo de fuerzas, algunas de las cuales incluso gobiernan en sus respectivos países, como Viktor Orbán en Hungría o Matteo Salvini en Italia, ha hecho mutar sus objetivos, y algunos aspiran ya no tanto a abandonar la Unión Europea sino a reformarla desde dentro y hacerla a su imagen y semejanza. Estos partidos comparten una serie de rasgos, como el nacionalismo, el nativismo, la xenofobia, pulsiones reaccionarias respecto a las libertades individuales... muchos se declaran antifeministas y son abiertamente hostiles a la libertad sexual, que son difícilmente compatibles con los valores y principios liberales en los que se sustenta la Unión Europea. Su ejercicio del poder revela, además, una clara tendencia iliberal que amenaza el Estado de derecho, la separación de poderes, sus pesos y contrapesos y las garantías de los derechos y libertades de los ciudadanos.

El interés del debate de la CCMA fue si estarían Junqueras y Puigdemont, y no los asuntos de la UE

Y esto es lo que está en juego en las elecciones europeas, y en España y Catalunya los partidos parecen ajenos a ello. El gran interés informativo ha estado centrado en si Oriol Junqueras y Carles Puigdemont podían participar en el debate Oriol Junqueras y Carles Puigdemont debate de candidatos de la CCMA. Interés que nada tenía que ver con asuntos europeos sino con el hecho de ver por primera vez a los máximos líderes del independentismo debatir conjuntamente desde finales de octubre del 2017. La negativa de la prisión y de la JEC a autorizar la participación de Junqueras y de Toni Comín situó en el centro del debate la victimización del independentismo, restando importancia informativa a la dimensión europea a pesar de los esfuerzos de algunos candidatos como Javi López o Ernest Urtasun.

Mientras tanto para el 18 de mayo Salvini ha convocado en Milán una manifestación de partidos de derecha radical, autodefinidos como soberanistas, con la perspectiva de unificar fuerzas en el Parlamento Europeo donde saben que, coordinados, pueden tener un papel fundamental. Terrible paradoja que sean los antieuropeístas los que hagan campaña conjunta y en clave europea, aunque sea contra Europa, y que los europeístas prefieran competir entre ellos a cooperar, más preocupados por las dinámicas internas, y que ignoren la dimensión europea o traten de aprovecharse de ella. Parecen no ser conscientes de que a partir del 27 no les quedará más remedio, aunque sea desde la confortabilidad de Bruselas y Estrasburgo, que convertirse en la resistencia europearesistencia europea frente a los que, también desde dentro, amenazan sus esencias.